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"CHEP, cuentos lambayecanos" visto por los protagonistas
Chiclayo, 21 de julio de 2016
Por Karen Díaz Valdez
El proyecto teatral que Estación Producciones gesta, está presto a ver la luz. Meses completos de trabajo se verán reflejados en el estreno de “CHEP, cuentos lambayecanos” este fin de julio.
Estación Producciones, con el soporte del IBERESCENA, presenta el proyecto “CHEP, cuentos lambayecanos”. Con él, nos abre la puerta a un teatro de excelente calidad, basado en la tradición oral de Lambayeque. De esta manera, nos invita a compartir las historias de nuestro pueblo y desde ellas, llegar a Latinoamérica entera.
“CHEP, cuentos lambayecanos” se basa en cinco relatos del libro de Dioses, encantos y gentiles, que recoge Alfredo Narváez Vargas en su investigación de las tradiciones orales lambayecanas. “La historia de los huerfanitos”, “Doña Meche”, “El tío zorro”, “El zorro y la perdiz”, y “La tacona”, son los cuentos que mediante la recreación teatral brindan al público la oportunidad de recordar las voces de su infancia, de reír, identificarse con los personajes, pero a la vez reflexionar sobre la memoria, alrededor de este Lambayeque que, con la magia del teatro, se convierte en Latinoamérica, con todo su dolor y sus fiestas.
“Yo quiero regalarle a los chiclayanos esto”, dice Liz Moreno, directora de Estación Producciones, mientras se toma un respiro después del ensayo de la mañana. “Que vayan al teatro, porque esta pieza, es primero para ellos. Esto es Chiclayo, recójanlo”.
Es que ante la calidad de esta puesta en escena, ante el esfuerzo de cada miembro del equipo, ante la belleza de los cuadros y la profundidad del mensaje, no hay más que aplaudir de pie, con la alegría y convicción de que, sí: hay teatro, belleza, arte, tradición y sensibilidad en nuestra ciudad. Y que hay personas apasionadas y lo suficientemente tercas para creer en que desarrollar de manera autogestionaria un proyecto tan grande como este, es posible. Y no es sólo el proyecto. Cada actor visitante ha traído su trabajo, su propuesta. Y estos trabajos se han estado presentando durante estos dos últimos meses, en “Sábados de Teatro”, programa de Estación Producciones.
Estación Producciones nos invitó a uno de sus ensayos: Una oportunidad regalo que nos permite ver a los actores en su estado más humano, perfeccionista y apasionado y sentir cuánto esfuerzo y disciplina conlleva este trabajo. Así, compartimos su voz para canalizar todo lo que CHEP lleva detrás. Y es que la obra nos atrapa desde el principio. La puesta en escena está corregida y discutida con sumo detalle. Durante el ensayo, momentos de risa destornillante, picardía y tradición. Durante el ensayo, también dolor, memoria y reflexión. Oscar Spínola supervisa y comenta el trabajo de los actores. Y ellos ponen mucho de sí mismos en cada uno de sus personajes.
Al concluir nos sentamos todos en el suelo a hacer ese feedback que caracteriza al taller de Estación Producciones. Están con nosotros Ricardo Cruz, de México; Álvaro Elías, Colombia; Valeria Salomé, Chile; Claudia Makishi, Lima; Liz Moreno, Lima y el director Oscar Spínola, argentino. Cada uno tiene una personalidad característica, algo muy puntual que los distingue. Alegres, reflexivos, comprometidos, divertidos y todos convergen en el respeto al arte y a la memoria colectiva. A lo largo de la conversación, aprendemos de ellos y de la energía que mueven.
Las historias
Mitchell Gonzáles: Primero lo primero: ¿Cómo fue el proceso de selección de cuentos?
Liz Moreno: Fue un proceso largo. Lo importante es que al final se atinó. Primero, elegimos cuentos de diferentes distritos lambayecanos. Tuvimos conversaciones previas con Narváez. Trataba de proyectarme viendo algunas imágenes puestas ya en el teatro. No he entrado a hacer una investigación exhaustiva. Está también el haber hecho el trabajo previo en “El norte vengo” donde quedaron varios cuentos pendientes. Finalmente, es que con la magia del teatro, uno puede tomar cualquier tema y transformarlo en algo muy interesante. Sin despreciar el trabajo de investigación, sucede también que cuando le entras a algo y comienzas a investigar, investigar, investigar, te pierdes de la idea inicial de lo que querías hacer. Se tiene que investigar desde el espacio, con las propuestas de los actores que vienen enriquecidos con otras experiencias. Y fue interesante, porque hemos tenido reuniones para darle vuelta al cuento. Y es que cada uno tiene una versión. Lo otro es que esto no es folclore: es teatro. Todo lo que está aquí está estilizado. Más allá de las referencias históricas, es una recreación desde la técnica teatral y la visión de los actores latinoamericanos. Esta puesta en escena es producto de un trabajo de grupo.
Claudia Makishi: Desde la puesta en escena no hacemos tradición oral. Hacemos narración oral. Quiero resaltar que los textos no son de autor, son de recopilación de conversaciones grabadas. Muchos colores, muchos sabores son esas historias. De eso se trata el hilo de Dioses, encantos y gentiles.
La tacona
En medio de la fiesta, una historia de dolor: la conversación se desvía hacia el cuento de la Tacona. Esta versión local de “La llorona”, nos habla de violencia, memoria, pérdida y reposición, reflejando así el dolor de Latinoamérica. Darse cuenta que no es sólo Chiclayo, no es sólo Perú, es Latinoamérica. Que tenemos toda una historia en común, que tenemos que seguir haciendo cosas para mantener viva la historia.
Claudia Makishi: Cuando se propuso al principio la historia de La tacona, todos pensamos en un feminicidio. Pero Valeria nos contó luego la historia de la Rosita Racabarren que perdió a su familia en la dictadura chilena. La parte complicada de “La tacona” ha sido cómo hacer que sea no el reflejo de cómo se cuenta el mismo cuento en cada país, si no la historia real, ver la forma de que representaba en realidad esta Tacona. La historia la despersonaliza a ella, la desaparece. Es como si te dijeran un N.N. también.
Valeria Salomé: El cuento de La tacona nació en base a la discusión de cómo montar la obra, profundizar en la memoria, en el cuento y no dejar pasar la oportunidad de poner una visión como artistas, de plasmar algo: que la gente se vaya con algo diferente, aparte de lo entretenido que puede ser verse reflejado en los cuentos. Inyectar algo más que es la memoria, y va más allá de los países que estamos aquí involucrados. Cada país arrastra una historia diferente que, cuando las llevamos aquí al escenario resultan ser muy parecidas. Entonces tratamos de rescatar con La tacona, la sensación de aquellas mujeres que han pasado por un dolor muy fuerte – y acá en Latinoamérica lo han vivido muchísimo –, y poder plasmar en el cuento esa sensación de injusticia. Que ojalá el público piense, sienta que no hay que pasar por encima, así como no pudimos pasar por encima del cuento de La tacona. Todo es político, finalmente. Estamos hablando de que todo, cada discurso es un discurso político más allá de la política como la entendemos, sino como un discurso que uno trae y defiende y así lo llevamos a escena.
Álvaro Elías: Es que no sé si se fijaron, el cuento era súper diferente a lo que se venía haciendo. Era como hacer el entremés, no solamente la fábula, contar La tacona como los otros cuentos, si no que tengan alguna trascendencia, que se lleve algo el espectador. No solamente la historia contada y escenificada. Porque al principio se pensó en una narración o una lectura dramática, para que sea diferente. Pero después se llegó al esto. Al aprovechar que estamos acá. Porque en realidad, posiblemente, cualquier buen actor puede imitar un buen acento, pero no el peso y la carga que traigo conmigo, con ella. Aquí en esta escena le inyectamos esto. Personalmente, yo como actor, siempre quiero transgredir al público. Decirle algo, comunicarle algo y darle voz a quienes no la tienen.
Mitchell Gonzáles: Justamente se sintió eso. De pronto Lambayeque y luego Latinoamérica reflejada en ella.
Karen Díaz: Algo, además, es la reposición en el cuento de Rosita Racabarren. Todo el pueblo la apoya porque saben que a ella se le ha quitado algo. Entonces, conservar la memoria es una manera de reponer, quizá lo poco que podemos. Lambayeque, Latinoamérica, la memoria: CHEP era como la muestra de algo más grande que somos todos.
Valeria Salomé: Sí. Es lo que el proyecto busca.
Liz Moreno: Darle a Chiclayo el peso que debería, del que a veces se habla y no lo tiene. La despersonalización de Chiclayo que es parte de Latinoamérica, parte de los países que lo rodean y el asunto de la memoria está allí. Ese es el cuento donde se condensa lo importante que es la memoria.
Claudia Makishi: Cuando hablábamos con el Sr. Narváez, él nos explicó que la recopilación de estos cuentos se hizo juntando gente para conversar. El proyecto se llamó la mesa de los mil años, donde se juntaba toda la gente a contar una historia. Y si faltaba gente, traían a quien se pueda para sumar mil años. Entonces, esto que tenemos de la memoria, que más se siente con La tacona, es porque si se suma la cantidad de años de guerra en Colombia, la cantidad de tiempo que Chile ha estado en dictadura, la cantidad de tiempo que Argentina, que México que ahorita lo está pasando súper mal. Y nosotros que hemos estado a punto de regresar a una dictadura. Entonces, sí llegamos a completar casi mil años. Y que justamente porque no estamos constantemente refrescando nuestra memoria.
Valeria Salomé: La única esperanza que tenemos finalmente es conservar la memoria. Eso es lo que intentamos rescatar del cuento. Que sin memoria no hay futuro.
Claudia Makishi: Y es que ya nos han querido arrancar la memoria y no pudieron.
Karen Díaz: es muy fuerte que lo mezclen con cuentos, que en parte están dirigido a niños.
Claudia Makishi: Ten en cuenta que en realidad a los niños no hay que contarle tanto, si no a los adultos decirles “Ustedes tienen que recordar más, para que le cuenten a los niños” Para que lo vean y lo repliquen.
¿Dí?: La ternura de los acentos en los cuentos locales
En general, son personalidades de países con carga emocional y características distintas que vienen a converger en estos cuentos Lambayecanos. Por ejemplo con los acentos. Es muy rica la manera en cómo siento cuentos de acá lo narran con las voces de allá. Porque es como hermanar algo entre países.
Karen Díaz: Cuando escuchamos el “¿Di?” saltamos, porque es algo muuuy chiclayano, muy marcado de acá.
Álvaro Elías: Y no sabes cómo me cuesta. Yo lo siento súper lejano. Apropiarme de esa palabra, que es como un “Ajá” nuestro. Hacer esas palabras parte de uno ha sido complejísimo.
Claudia Makishi: Tengan en cuenta que aquí se habla en: mexicano, chileno, colombiano, argentino, requeño, cajamarquino (Christian es de Jaén), y encima todos tenemos que aprender a hablar en Lambayecanés.
Karen Díaz: Relacionado con los acentos, en algún momento Álvaro (en las aventuras de Tío zorro) usas mucho el acento del español. ¿Por qué?
Liz Moreno: Yo tengo una justificación para esto: es que estamos rodeados y bañados de muchas influencias. Somos...invadidos, fusionados… alienados. Por ahí, yo lo tengo claro. Porque también a mí al comienzo me sonaba un poco extraño.
Valera Salomé: Pero el asunto es que ella está haciendo una acotación de algo que no entiende, y es muy importante. Eso quiere decir que hay un trabajo que no estamos solucionando acá en el escenario, y que tiene que mejorarse.
Claudia Makishi: Yo me acuerdo que cuando fuimos al museo de Sipán, Álvaro se quedó admirado con algo muy importante: el zorro aquí era visto como el dios de la guerra. En cambio cuando llegan los españoles lo ponen como “el mañoso, el astuto”. No el inteligente, el guerrero. Y siempre que te ponen a un narrador de cualquier nacionalidad hablando de estos cuentos de américa, te ponen en el cuento al zorro español. Lo tergiversan al zorro lambayecano. Porque en España son los ladinos. Aquí eran los hábiles, los guerreros.
Motivaciones personales. ¿Qué los empujó a venir?
Claudia Makishi: A mí, por ejemplo, me dijeron: “Va a salir un proyecto. ¿Quieres venir?” ” ¿Quieres que vaya? ¡Yo voy!” Porque el trabajo teatral para mí es una aventura de aprendizaje. Venir a Lambayeque yo siendo de Lima es como venir a otro país: otro ritmo, otra idiosincrasia, tienen otra historia, otra forma de ver la vida. El mercado es buenazo. La comida… A mí me dicen viaja y yo digo, dale, vamos. ¿Y conocer gente, no? Porqué actriz una puede ser desde su casa también.
Álvaro Elías: A mí me sedujo el saber que podría actuar el otro país, con actores de otros países. Ese encuentro con Latinoamérica. Pero la motivación que siempre como actor tengo cuando hago esta o otra obra, es dar voz al que no la tienen, la temática que sea. Siempre buscaré darle el discurso que quiero darle, que la obra me está dando. En este caso, La tacona. Es que si escudriñamos todos los cuentos, todos nos pueden ofrecer historias tan fuertes como la de “La tacona”. Yo, Álvaro, me gusta trabajar eso. Con otro tratamiento, pero con ese contenido. No solo anecdótico, si no el tomar posición. Dar voz al que no la tiene. Porque siempre que leo, indago sobre temas, sea violencia, corrupción, el que sea, me pongo a pensar y decir que deseo que esto se sepa, que no quede oculto. En ese momento, ser el espacio.
Ricardo Cruz: En mi caso es divertido. Para mí fue un poco más extremo: era un jueves y fue como “Puedes llegar hasta Perú el próximo sábado? Sí, ¿por qué no!” Finalmente para mí, sí, me atrae mucho la posibilidad de trabajar en otro país, pero no solo eso, si no involucrarse, ahogarse en la parte cultural de cada país. Dejarse empapar, vivirla desde adentro. Esa parte, creo que es muy rica, al trabajar en otro país. Este proyecto es aún más enriquecedor porque trata sobre la historia de Lambayeque. Entonces conforme fui descubriendo el proyecto, me lo fueron presentando, dije, está bueno, está chido que trate sobre la memoria lambayecana, porque eso se introyecta, queda dentro de uno, ese bagaje personal y a uno lo vuelve un poquito más humano. No como actor, en general: como humano. Y en esa medida hay un impacto muy claro en la audiencia, el público, que tiene que ver finalmente con ellos mismos. Y esa parte creo que también esa lo padre también de este proyecto.
Valeria Salomé: Yo conocía Perú, vivía casi un año en Lima y sabía más o menos cual es la realidad del teatro acá en Perú y me imaginaba por varios colegas que tengo aquí, cuál es la realidad regional, que no es tan lejana a lo que pasa también en Chile. La motivación fue venir para acá y hacer un excelente trabajo, de partida. En Chile dejé todo, dejé una vida y me vine para acá con la convicción de que uno hace una obra para cambiar el mundo. Aunque suene iluso, aunque suene muy inocente. Pero creo que es la única convicción como artista que tengo yo para poder dedicarme a esto, que es tan complejo y tan difícil. Esa fue mi primera motivación. Al leer el texto, encontré que había que darle varias vueltas para encontrar un discurso potente, que pudiera llenar el escenario de una manera mucho más profunda, no tan anecdótica. Y eso. Pero creo que CHEP, para mí, representa más allá del proceso regional, diferentes realidades, que deja de ser localista, sino que aborda un lenguaje masivo, en el cual todas las personas involucradas (Tanto de Colombia, Chile, Argentina, toda la región Lambayeque) se puedan sentir reflejadas, comprometidas con esta historia.
Liz Moreno: Yo, como productora… Haber tomado un gran impulso y lanzarse con el grupo a hacer este proyecto. Inclusive con un grupo particular, que no es que se dedique al teatro al 100%, pero ahora sí lo están haciendo porque ya vieron que estamos “subidos al burro” y no hay otra cosa más que seguir para adelante, porque tenemos un compromiso con un grupo de actores y porque tenemos un compromiso con Lambayeque. Pienso también que hay que crear un público en Chiclayo. Buscar las formas de encantar al público para traerlo, pero también introducirles calidad en el teatro. Que aprendan que no es una cosa pasajera, ligera, que cualquiera lo hace. Y que escuchen cosas diferentes, que puedan pensar en una ciudad diferente, una ciudad importante, de historia trascendente y que el teatro es una herramienta social que puede generar cambio porque lo hace y porque lo ha hecho en la historia. Y también porque estoy pensando irme y creo que esta sería una excelente despedida. Y el grupo, lo que están aprendiendo, Oscar Gómez y Cristian Sánchez, creo que lo que están viviendo no se los enseña nadie. Y están confirmando lo duro que es hacer un proyecto cultural en el Perú y específicamente en Chiclayo donde a diez días del estreno no tenemos confirmaciones importantes.
Y bueno, como actriz esto es lo que me gusta hacer. No es que me fascina hacer este tipo de cosas, regionales, que tienen el folclore encima. Pero cuando comencé “Del norte vengo”, pensé que eso fue como un preámbulo, sin haberlo planeado. Fue como una preparación para llegar a esto. Me exige mucho este trabajo, siempre he sido de que “lo que no me gusta, no lo hago”, pero tengo que hacerlo. Y estoy sintiendo muy fuerte la pegada. Producir esta obra me tiene bastante tensa. Y descubrir realmente quiénes son los que apuestan por ti y quien hace un poquito más.
Y necesitamos toda la ayuda posible, porque el premio es de solo un 40% del costo de la obra, 40% que se va en pago a los actores, vestuario y utilería. El equipo de producción todavía no sabe si va a ganar algo. Y eso es lo duro, pero también es lo rico de esto. Que lo están haciendo sin saber que hay un monto tal, al final de la pieza.
Óscar Spínola: Yo vengo trabajando con Liz desde hace varios años. Desde el trabajo en la UDCH hasta Dinosaurios. Y a partir de ahí, fue la propuesta de encargarme la dirección, que no estaba en mi mente. A mí me encantan los cuentos lambayecanos. Estoy aquí en Lambayeque más de 20 años y me encanta Chiclayo. Me encanta el ambiente, la cultura, la gente. Más que nada me he quedado por su gente. Un poco que ese enamoramiento también digamos es el combustible que me ha hecho aceptar el trabajo de CHEP.
He viajado por todo el Perú. He estado incluso viviendo un año en la selva, en las épocas más duras. Pero lo que he encontrado acá es la tradición, la ancestralidad, la música -me encanta la marinera, me encanta el tondero-, las imágenes, el color, el trato de la gente. Esto me llevó a tomar esta responsabilidad en el trabajo.
Al principio no la tenía muy clara, porque yo estaba preparando otra cosa en base al proyecto de CHEP, pero cuando me dieron los cuentos hice la dramaturgia tomando más allá de las circunstancias buenas o malas, la gente tiende mucho a lo festivo. Todo se resuelve aquí con una fiesta. Todo lo tiran al hombro a través de la fiesta. Un marco festivo que celebra tanto la vida como la muerte, el logro como la desgracia. En base a eso, traté de proyectar CHEP. El único bache era La tacona, que no está muy bien definido. Y cuando me hicieron la propuesta a mí me despertó el latinoamericano y asumí la posición que hay que hablar las cosas. Que las cosas no hay que callarlas, no hay que hablarlas en voz baja. Hay que hablarlas gritando, porque si no, nos olvidamos. Creo que lo que estamos haciendo es rescatar muchos valores, usanzas, muchos recuerdos y sobre todo nuestra memoria.
¿Cómo fue el proceso de adaptarse a la cultura lambayecana?
Ricardo Cruz: Hay recovecos en los cuentos que muy probablemente no podríamos entender si no estuviéramos en el contexto, si no buscáramos, si no tocáramos puertas. Y muchos de esos recovecos se han ido abriendo conforme hemos ido por ejemplo visitando museos. Y uno de los más interesantes para todos fue cuando conocimos al recopilador de estas historias, Alfredo Narváez, y fue como si se hubiera abierto todo un universo de todas estas historias que atraviesan Chiclayo, Lambayeque, a toda la gente que habita aquí y que muchas veces ellas mismas no lo saben. Es estar en el contexto, sobre todo. Porque las historias están en todos lados. Solo hay que ir y tocar puertas, preguntar.
Álvaro Elías: Es muy bonito cuando hay una tarea específica que requiera una exigencia. El poder permearse de este otro contexto. Es decir, en este caso la danza de la marinera. Y a mí me apasiona eso. Utilizar algo, aprender algo que me quede. Eso es la marinera para mí, porque es un ritmo totalmente diferente. Siempre que lo bailo me sale la cumbia colombiana que es otro son. Uno como actor siempre está olfateando todo porque la calle es el laboratorio del actor. En todo momento, uno está observando.
Valeria Salomé: Es empaparse, finalmente. Podríamos hablar de tantas cosas que nos motivan como artistas, pero finalmente es empaparse, el día a día, el ser realmente generoso, no querer aparentar, ser abierto, abrir su corazón, entender las realidades diferentes de cada uno. Eso, ser generoso. Estamos en proceso y vamos a mejorar.
Es tarde ya. Los actores deben ir a almorzar para luego continuar los ensayos por la tarde. Nos despedimos de ellos con un aplauso más fuerte que el primero, pero con la seguridad de que el día del estreno, nos faltarán manos para reconocer su esfuerzo.
Esperamos el éxito del proyecto. Lo que sí podemos hacer desde ya, es comprometernos con el teatro regional: Difundirlo, asistir, conversarlo. Pedir espectáculos de calidad y aportar para sostenerlo. Esta vez, gracias al esfuerzo de Estación Producciones, dentro de muy poco disfrutaremos de este regalo de tradición, belleza y esfuerzo.
Entrevista a iniciativa de Iguana.org
Estación Producciones, con el soporte del IBERESCENA, presenta el proyecto “CHEP, cuentos lambayecanos”. Con él, nos abre la puerta a un teatro de excelente calidad, basado en la tradición oral de Lambayeque. De esta manera, nos invita a compartir las historias de nuestro pueblo y desde ellas, llegar a Latinoamérica entera.
“CHEP, cuentos lambayecanos” se basa en cinco relatos del libro de Dioses, encantos y gentiles, que recoge Alfredo Narváez Vargas en su investigación de las tradiciones orales lambayecanas. “La historia de los huerfanitos”, “Doña Meche”, “El tío zorro”, “El zorro y la perdiz”, y “La tacona”, son los cuentos que mediante la recreación teatral brindan al público la oportunidad de recordar las voces de su infancia, de reír, identificarse con los personajes, pero a la vez reflexionar sobre la memoria, alrededor de este Lambayeque que, con la magia del teatro, se convierte en Latinoamérica, con todo su dolor y sus fiestas.
“Yo quiero regalarle a los chiclayanos esto”, dice Liz Moreno, directora de Estación Producciones, mientras se toma un respiro después del ensayo de la mañana. “Que vayan al teatro, porque esta pieza, es primero para ellos. Esto es Chiclayo, recójanlo”.
Es que ante la calidad de esta puesta en escena, ante el esfuerzo de cada miembro del equipo, ante la belleza de los cuadros y la profundidad del mensaje, no hay más que aplaudir de pie, con la alegría y convicción de que, sí: hay teatro, belleza, arte, tradición y sensibilidad en nuestra ciudad. Y que hay personas apasionadas y lo suficientemente tercas para creer en que desarrollar de manera autogestionaria un proyecto tan grande como este, es posible. Y no es sólo el proyecto. Cada actor visitante ha traído su trabajo, su propuesta. Y estos trabajos se han estado presentando durante estos dos últimos meses, en “Sábados de Teatro”, programa de Estación Producciones.
Estación Producciones nos invitó a uno de sus ensayos: Una oportunidad regalo que nos permite ver a los actores en su estado más humano, perfeccionista y apasionado y sentir cuánto esfuerzo y disciplina conlleva este trabajo. Así, compartimos su voz para canalizar todo lo que CHEP lleva detrás. Y es que la obra nos atrapa desde el principio. La puesta en escena está corregida y discutida con sumo detalle. Durante el ensayo, momentos de risa destornillante, picardía y tradición. Durante el ensayo, también dolor, memoria y reflexión. Oscar Spínola supervisa y comenta el trabajo de los actores. Y ellos ponen mucho de sí mismos en cada uno de sus personajes.
Al concluir nos sentamos todos en el suelo a hacer ese feedback que caracteriza al taller de Estación Producciones. Están con nosotros Ricardo Cruz, de México; Álvaro Elías, Colombia; Valeria Salomé, Chile; Claudia Makishi, Lima; Liz Moreno, Lima y el director Oscar Spínola, argentino. Cada uno tiene una personalidad característica, algo muy puntual que los distingue. Alegres, reflexivos, comprometidos, divertidos y todos convergen en el respeto al arte y a la memoria colectiva. A lo largo de la conversación, aprendemos de ellos y de la energía que mueven.
Las historias
Mitchell Gonzáles: Primero lo primero: ¿Cómo fue el proceso de selección de cuentos?
Liz Moreno: Fue un proceso largo. Lo importante es que al final se atinó. Primero, elegimos cuentos de diferentes distritos lambayecanos. Tuvimos conversaciones previas con Narváez. Trataba de proyectarme viendo algunas imágenes puestas ya en el teatro. No he entrado a hacer una investigación exhaustiva. Está también el haber hecho el trabajo previo en “El norte vengo” donde quedaron varios cuentos pendientes. Finalmente, es que con la magia del teatro, uno puede tomar cualquier tema y transformarlo en algo muy interesante. Sin despreciar el trabajo de investigación, sucede también que cuando le entras a algo y comienzas a investigar, investigar, investigar, te pierdes de la idea inicial de lo que querías hacer. Se tiene que investigar desde el espacio, con las propuestas de los actores que vienen enriquecidos con otras experiencias. Y fue interesante, porque hemos tenido reuniones para darle vuelta al cuento. Y es que cada uno tiene una versión. Lo otro es que esto no es folclore: es teatro. Todo lo que está aquí está estilizado. Más allá de las referencias históricas, es una recreación desde la técnica teatral y la visión de los actores latinoamericanos. Esta puesta en escena es producto de un trabajo de grupo.
Claudia Makishi: Desde la puesta en escena no hacemos tradición oral. Hacemos narración oral. Quiero resaltar que los textos no son de autor, son de recopilación de conversaciones grabadas. Muchos colores, muchos sabores son esas historias. De eso se trata el hilo de Dioses, encantos y gentiles.
La tacona
En medio de la fiesta, una historia de dolor: la conversación se desvía hacia el cuento de la Tacona. Esta versión local de “La llorona”, nos habla de violencia, memoria, pérdida y reposición, reflejando así el dolor de Latinoamérica. Darse cuenta que no es sólo Chiclayo, no es sólo Perú, es Latinoamérica. Que tenemos toda una historia en común, que tenemos que seguir haciendo cosas para mantener viva la historia.
Claudia Makishi: Cuando se propuso al principio la historia de La tacona, todos pensamos en un feminicidio. Pero Valeria nos contó luego la historia de la Rosita Racabarren que perdió a su familia en la dictadura chilena. La parte complicada de “La tacona” ha sido cómo hacer que sea no el reflejo de cómo se cuenta el mismo cuento en cada país, si no la historia real, ver la forma de que representaba en realidad esta Tacona. La historia la despersonaliza a ella, la desaparece. Es como si te dijeran un N.N. también.
Valeria Salomé: El cuento de La tacona nació en base a la discusión de cómo montar la obra, profundizar en la memoria, en el cuento y no dejar pasar la oportunidad de poner una visión como artistas, de plasmar algo: que la gente se vaya con algo diferente, aparte de lo entretenido que puede ser verse reflejado en los cuentos. Inyectar algo más que es la memoria, y va más allá de los países que estamos aquí involucrados. Cada país arrastra una historia diferente que, cuando las llevamos aquí al escenario resultan ser muy parecidas. Entonces tratamos de rescatar con La tacona, la sensación de aquellas mujeres que han pasado por un dolor muy fuerte – y acá en Latinoamérica lo han vivido muchísimo –, y poder plasmar en el cuento esa sensación de injusticia. Que ojalá el público piense, sienta que no hay que pasar por encima, así como no pudimos pasar por encima del cuento de La tacona. Todo es político, finalmente. Estamos hablando de que todo, cada discurso es un discurso político más allá de la política como la entendemos, sino como un discurso que uno trae y defiende y así lo llevamos a escena.
Álvaro Elías: Es que no sé si se fijaron, el cuento era súper diferente a lo que se venía haciendo. Era como hacer el entremés, no solamente la fábula, contar La tacona como los otros cuentos, si no que tengan alguna trascendencia, que se lleve algo el espectador. No solamente la historia contada y escenificada. Porque al principio se pensó en una narración o una lectura dramática, para que sea diferente. Pero después se llegó al esto. Al aprovechar que estamos acá. Porque en realidad, posiblemente, cualquier buen actor puede imitar un buen acento, pero no el peso y la carga que traigo conmigo, con ella. Aquí en esta escena le inyectamos esto. Personalmente, yo como actor, siempre quiero transgredir al público. Decirle algo, comunicarle algo y darle voz a quienes no la tienen.
Mitchell Gonzáles: Justamente se sintió eso. De pronto Lambayeque y luego Latinoamérica reflejada en ella.
Karen Díaz: Algo, además, es la reposición en el cuento de Rosita Racabarren. Todo el pueblo la apoya porque saben que a ella se le ha quitado algo. Entonces, conservar la memoria es una manera de reponer, quizá lo poco que podemos. Lambayeque, Latinoamérica, la memoria: CHEP era como la muestra de algo más grande que somos todos.
Valeria Salomé: Sí. Es lo que el proyecto busca.
Liz Moreno: Darle a Chiclayo el peso que debería, del que a veces se habla y no lo tiene. La despersonalización de Chiclayo que es parte de Latinoamérica, parte de los países que lo rodean y el asunto de la memoria está allí. Ese es el cuento donde se condensa lo importante que es la memoria.
Claudia Makishi: Cuando hablábamos con el Sr. Narváez, él nos explicó que la recopilación de estos cuentos se hizo juntando gente para conversar. El proyecto se llamó la mesa de los mil años, donde se juntaba toda la gente a contar una historia. Y si faltaba gente, traían a quien se pueda para sumar mil años. Entonces, esto que tenemos de la memoria, que más se siente con La tacona, es porque si se suma la cantidad de años de guerra en Colombia, la cantidad de tiempo que Chile ha estado en dictadura, la cantidad de tiempo que Argentina, que México que ahorita lo está pasando súper mal. Y nosotros que hemos estado a punto de regresar a una dictadura. Entonces, sí llegamos a completar casi mil años. Y que justamente porque no estamos constantemente refrescando nuestra memoria.
Valeria Salomé: La única esperanza que tenemos finalmente es conservar la memoria. Eso es lo que intentamos rescatar del cuento. Que sin memoria no hay futuro.
Claudia Makishi: Y es que ya nos han querido arrancar la memoria y no pudieron.
Karen Díaz: es muy fuerte que lo mezclen con cuentos, que en parte están dirigido a niños.
Claudia Makishi: Ten en cuenta que en realidad a los niños no hay que contarle tanto, si no a los adultos decirles “Ustedes tienen que recordar más, para que le cuenten a los niños” Para que lo vean y lo repliquen.
¿Dí?: La ternura de los acentos en los cuentos locales
En general, son personalidades de países con carga emocional y características distintas que vienen a converger en estos cuentos Lambayecanos. Por ejemplo con los acentos. Es muy rica la manera en cómo siento cuentos de acá lo narran con las voces de allá. Porque es como hermanar algo entre países.
Karen Díaz: Cuando escuchamos el “¿Di?” saltamos, porque es algo muuuy chiclayano, muy marcado de acá.
Álvaro Elías: Y no sabes cómo me cuesta. Yo lo siento súper lejano. Apropiarme de esa palabra, que es como un “Ajá” nuestro. Hacer esas palabras parte de uno ha sido complejísimo.
Claudia Makishi: Tengan en cuenta que aquí se habla en: mexicano, chileno, colombiano, argentino, requeño, cajamarquino (Christian es de Jaén), y encima todos tenemos que aprender a hablar en Lambayecanés.
Karen Díaz: Relacionado con los acentos, en algún momento Álvaro (en las aventuras de Tío zorro) usas mucho el acento del español. ¿Por qué?
Liz Moreno: Yo tengo una justificación para esto: es que estamos rodeados y bañados de muchas influencias. Somos...invadidos, fusionados… alienados. Por ahí, yo lo tengo claro. Porque también a mí al comienzo me sonaba un poco extraño.
Valera Salomé: Pero el asunto es que ella está haciendo una acotación de algo que no entiende, y es muy importante. Eso quiere decir que hay un trabajo que no estamos solucionando acá en el escenario, y que tiene que mejorarse.
Claudia Makishi: Yo me acuerdo que cuando fuimos al museo de Sipán, Álvaro se quedó admirado con algo muy importante: el zorro aquí era visto como el dios de la guerra. En cambio cuando llegan los españoles lo ponen como “el mañoso, el astuto”. No el inteligente, el guerrero. Y siempre que te ponen a un narrador de cualquier nacionalidad hablando de estos cuentos de américa, te ponen en el cuento al zorro español. Lo tergiversan al zorro lambayecano. Porque en España son los ladinos. Aquí eran los hábiles, los guerreros.
Motivaciones personales. ¿Qué los empujó a venir?
Claudia Makishi: A mí, por ejemplo, me dijeron: “Va a salir un proyecto. ¿Quieres venir?” ” ¿Quieres que vaya? ¡Yo voy!” Porque el trabajo teatral para mí es una aventura de aprendizaje. Venir a Lambayeque yo siendo de Lima es como venir a otro país: otro ritmo, otra idiosincrasia, tienen otra historia, otra forma de ver la vida. El mercado es buenazo. La comida… A mí me dicen viaja y yo digo, dale, vamos. ¿Y conocer gente, no? Porqué actriz una puede ser desde su casa también.
Álvaro Elías: A mí me sedujo el saber que podría actuar el otro país, con actores de otros países. Ese encuentro con Latinoamérica. Pero la motivación que siempre como actor tengo cuando hago esta o otra obra, es dar voz al que no la tienen, la temática que sea. Siempre buscaré darle el discurso que quiero darle, que la obra me está dando. En este caso, La tacona. Es que si escudriñamos todos los cuentos, todos nos pueden ofrecer historias tan fuertes como la de “La tacona”. Yo, Álvaro, me gusta trabajar eso. Con otro tratamiento, pero con ese contenido. No solo anecdótico, si no el tomar posición. Dar voz al que no la tiene. Porque siempre que leo, indago sobre temas, sea violencia, corrupción, el que sea, me pongo a pensar y decir que deseo que esto se sepa, que no quede oculto. En ese momento, ser el espacio.
Ricardo Cruz: En mi caso es divertido. Para mí fue un poco más extremo: era un jueves y fue como “Puedes llegar hasta Perú el próximo sábado? Sí, ¿por qué no!” Finalmente para mí, sí, me atrae mucho la posibilidad de trabajar en otro país, pero no solo eso, si no involucrarse, ahogarse en la parte cultural de cada país. Dejarse empapar, vivirla desde adentro. Esa parte, creo que es muy rica, al trabajar en otro país. Este proyecto es aún más enriquecedor porque trata sobre la historia de Lambayeque. Entonces conforme fui descubriendo el proyecto, me lo fueron presentando, dije, está bueno, está chido que trate sobre la memoria lambayecana, porque eso se introyecta, queda dentro de uno, ese bagaje personal y a uno lo vuelve un poquito más humano. No como actor, en general: como humano. Y en esa medida hay un impacto muy claro en la audiencia, el público, que tiene que ver finalmente con ellos mismos. Y esa parte creo que también esa lo padre también de este proyecto.
Valeria Salomé: Yo conocía Perú, vivía casi un año en Lima y sabía más o menos cual es la realidad del teatro acá en Perú y me imaginaba por varios colegas que tengo aquí, cuál es la realidad regional, que no es tan lejana a lo que pasa también en Chile. La motivación fue venir para acá y hacer un excelente trabajo, de partida. En Chile dejé todo, dejé una vida y me vine para acá con la convicción de que uno hace una obra para cambiar el mundo. Aunque suene iluso, aunque suene muy inocente. Pero creo que es la única convicción como artista que tengo yo para poder dedicarme a esto, que es tan complejo y tan difícil. Esa fue mi primera motivación. Al leer el texto, encontré que había que darle varias vueltas para encontrar un discurso potente, que pudiera llenar el escenario de una manera mucho más profunda, no tan anecdótica. Y eso. Pero creo que CHEP, para mí, representa más allá del proceso regional, diferentes realidades, que deja de ser localista, sino que aborda un lenguaje masivo, en el cual todas las personas involucradas (Tanto de Colombia, Chile, Argentina, toda la región Lambayeque) se puedan sentir reflejadas, comprometidas con esta historia.
Liz Moreno: Yo, como productora… Haber tomado un gran impulso y lanzarse con el grupo a hacer este proyecto. Inclusive con un grupo particular, que no es que se dedique al teatro al 100%, pero ahora sí lo están haciendo porque ya vieron que estamos “subidos al burro” y no hay otra cosa más que seguir para adelante, porque tenemos un compromiso con un grupo de actores y porque tenemos un compromiso con Lambayeque. Pienso también que hay que crear un público en Chiclayo. Buscar las formas de encantar al público para traerlo, pero también introducirles calidad en el teatro. Que aprendan que no es una cosa pasajera, ligera, que cualquiera lo hace. Y que escuchen cosas diferentes, que puedan pensar en una ciudad diferente, una ciudad importante, de historia trascendente y que el teatro es una herramienta social que puede generar cambio porque lo hace y porque lo ha hecho en la historia. Y también porque estoy pensando irme y creo que esta sería una excelente despedida. Y el grupo, lo que están aprendiendo, Oscar Gómez y Cristian Sánchez, creo que lo que están viviendo no se los enseña nadie. Y están confirmando lo duro que es hacer un proyecto cultural en el Perú y específicamente en Chiclayo donde a diez días del estreno no tenemos confirmaciones importantes.
Y bueno, como actriz esto es lo que me gusta hacer. No es que me fascina hacer este tipo de cosas, regionales, que tienen el folclore encima. Pero cuando comencé “Del norte vengo”, pensé que eso fue como un preámbulo, sin haberlo planeado. Fue como una preparación para llegar a esto. Me exige mucho este trabajo, siempre he sido de que “lo que no me gusta, no lo hago”, pero tengo que hacerlo. Y estoy sintiendo muy fuerte la pegada. Producir esta obra me tiene bastante tensa. Y descubrir realmente quiénes son los que apuestan por ti y quien hace un poquito más.
Y necesitamos toda la ayuda posible, porque el premio es de solo un 40% del costo de la obra, 40% que se va en pago a los actores, vestuario y utilería. El equipo de producción todavía no sabe si va a ganar algo. Y eso es lo duro, pero también es lo rico de esto. Que lo están haciendo sin saber que hay un monto tal, al final de la pieza.
Óscar Spínola: Yo vengo trabajando con Liz desde hace varios años. Desde el trabajo en la UDCH hasta Dinosaurios. Y a partir de ahí, fue la propuesta de encargarme la dirección, que no estaba en mi mente. A mí me encantan los cuentos lambayecanos. Estoy aquí en Lambayeque más de 20 años y me encanta Chiclayo. Me encanta el ambiente, la cultura, la gente. Más que nada me he quedado por su gente. Un poco que ese enamoramiento también digamos es el combustible que me ha hecho aceptar el trabajo de CHEP.
He viajado por todo el Perú. He estado incluso viviendo un año en la selva, en las épocas más duras. Pero lo que he encontrado acá es la tradición, la ancestralidad, la música -me encanta la marinera, me encanta el tondero-, las imágenes, el color, el trato de la gente. Esto me llevó a tomar esta responsabilidad en el trabajo.
Al principio no la tenía muy clara, porque yo estaba preparando otra cosa en base al proyecto de CHEP, pero cuando me dieron los cuentos hice la dramaturgia tomando más allá de las circunstancias buenas o malas, la gente tiende mucho a lo festivo. Todo se resuelve aquí con una fiesta. Todo lo tiran al hombro a través de la fiesta. Un marco festivo que celebra tanto la vida como la muerte, el logro como la desgracia. En base a eso, traté de proyectar CHEP. El único bache era La tacona, que no está muy bien definido. Y cuando me hicieron la propuesta a mí me despertó el latinoamericano y asumí la posición que hay que hablar las cosas. Que las cosas no hay que callarlas, no hay que hablarlas en voz baja. Hay que hablarlas gritando, porque si no, nos olvidamos. Creo que lo que estamos haciendo es rescatar muchos valores, usanzas, muchos recuerdos y sobre todo nuestra memoria.
¿Cómo fue el proceso de adaptarse a la cultura lambayecana?
Ricardo Cruz: Hay recovecos en los cuentos que muy probablemente no podríamos entender si no estuviéramos en el contexto, si no buscáramos, si no tocáramos puertas. Y muchos de esos recovecos se han ido abriendo conforme hemos ido por ejemplo visitando museos. Y uno de los más interesantes para todos fue cuando conocimos al recopilador de estas historias, Alfredo Narváez, y fue como si se hubiera abierto todo un universo de todas estas historias que atraviesan Chiclayo, Lambayeque, a toda la gente que habita aquí y que muchas veces ellas mismas no lo saben. Es estar en el contexto, sobre todo. Porque las historias están en todos lados. Solo hay que ir y tocar puertas, preguntar.
Álvaro Elías: Es muy bonito cuando hay una tarea específica que requiera una exigencia. El poder permearse de este otro contexto. Es decir, en este caso la danza de la marinera. Y a mí me apasiona eso. Utilizar algo, aprender algo que me quede. Eso es la marinera para mí, porque es un ritmo totalmente diferente. Siempre que lo bailo me sale la cumbia colombiana que es otro son. Uno como actor siempre está olfateando todo porque la calle es el laboratorio del actor. En todo momento, uno está observando.
Valeria Salomé: Es empaparse, finalmente. Podríamos hablar de tantas cosas que nos motivan como artistas, pero finalmente es empaparse, el día a día, el ser realmente generoso, no querer aparentar, ser abierto, abrir su corazón, entender las realidades diferentes de cada uno. Eso, ser generoso. Estamos en proceso y vamos a mejorar.
Es tarde ya. Los actores deben ir a almorzar para luego continuar los ensayos por la tarde. Nos despedimos de ellos con un aplauso más fuerte que el primero, pero con la seguridad de que el día del estreno, nos faltarán manos para reconocer su esfuerzo.
Esperamos el éxito del proyecto. Lo que sí podemos hacer desde ya, es comprometernos con el teatro regional: Difundirlo, asistir, conversarlo. Pedir espectáculos de calidad y aportar para sostenerlo. Esta vez, gracias al esfuerzo de Estación Producciones, dentro de muy poco disfrutaremos de este regalo de tradición, belleza y esfuerzo.
Entrevista a iniciativa de Iguana.org
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