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Liz Moreno: Teatro ¿digital?
Chiclayo, 14 de mayo de 2020
Esto es lo primero que escribo después de 48 u 800 días de cuarentena porque entré en un proceso de parálisis intempestiva desde mucho antes, así que he tenido que dejar pasar unos días para poder sentarme ante la máquina, compañía que se hace temerariamente cercana y dependiente.
Soy una mujer de teatro, lo que significa que mi trabajo se sustenta en el contacto, en la vida de todos los días en constante movimiento y relación con los humanos, con las calles, con las experiencias diarias en proceso, siendo testigo y partícipe. Siempre con la necesidad del pulso, de la emoción, de las miradas, de las tonalidades de voz, de los gestos faciales y corporales porque todo esto es nuestra materia prima: vida para poder crear. Se imaginan cómo podría crear alguien que está metido en una caja, sin luz y sin vida, en relación con el entorno, ¡imposible!
Qué testimonio podría dar más que aquel que sale de una caja, aunque debo confesar que también es la experiencia de haberme convertido, de la noche a la mañana, en una eficiente ama de casa, actividad a la que siempre le puse distancia y de la que espero distanciarme apenas concluya esta ¿pandemia?, pero como para el teatro todo vale, todo es experiencia, todo es alimento para la creatividad, entonces no queda más que rescatar este proceso que nos deja, como artistas, marcados, y, además, ansiosos por decir y mostrar lo que sentimos, lo que estamos viviendo, reflejado en un producto artístico que deberá ser visto por seres humanos, personas pensantes, sensibles, vibrantes y presentes.
Digo esto porque el teatro no puede ser digital. El teatro no se hizo para la distancia, se hizo para el acercamiento y, tal como venía desarrollándose el acontecimiento teatral, cada vez más cercano.
Cómo someternos a una computadora y plasmar aquello que solo puede ser sentido si se está. ¿Qué hay del sudor, del ardor, de la sensación, del olor, del mínimo gesto, de la mirada, de la respiración, de las pulsaciones, de la piel?
Soy una mujer de teatro, lo que significa que mi trabajo se sustenta en el contacto, en la vida de todos los días en constante movimiento y relación con los humanos, con las calles, con las experiencias diarias en proceso, siendo testigo y partícipe. Siempre con la necesidad del pulso, de la emoción, de las miradas, de las tonalidades de voz, de los gestos faciales y corporales porque todo esto es nuestra materia prima: vida para poder crear. Se imaginan cómo podría crear alguien que está metido en una caja, sin luz y sin vida, en relación con el entorno, ¡imposible!
Qué testimonio podría dar más que aquel que sale de una caja, aunque debo confesar que también es la experiencia de haberme convertido, de la noche a la mañana, en una eficiente ama de casa, actividad a la que siempre le puse distancia y de la que espero distanciarme apenas concluya esta ¿pandemia?, pero como para el teatro todo vale, todo es experiencia, todo es alimento para la creatividad, entonces no queda más que rescatar este proceso que nos deja, como artistas, marcados, y, además, ansiosos por decir y mostrar lo que sentimos, lo que estamos viviendo, reflejado en un producto artístico que deberá ser visto por seres humanos, personas pensantes, sensibles, vibrantes y presentes.
Digo esto porque el teatro no puede ser digital. El teatro no se hizo para la distancia, se hizo para el acercamiento y, tal como venía desarrollándose el acontecimiento teatral, cada vez más cercano.
Cómo someternos a una computadora y plasmar aquello que solo puede ser sentido si se está. ¿Qué hay del sudor, del ardor, de la sensación, del olor, del mínimo gesto, de la mirada, de la respiración, de las pulsaciones, de la piel?
Será difícil para el sector de las artes escénicas adaptarse, primero, porque el arte no se adapta: el arte es libre, es creación, es espontaneidad. Segundo, porque el trabajo escénico, tanto en el teatro como en la danza, necesita, indiscutiblemente, de la presencia del público, porque este es un acontecimiento que nació para la convivencia ya sea de 10, 45, 90, 120 minutos. La ausencia (no presencia) y el predominio de un lente, de un tercer ojo, de ese “intermediario”, queda para el cine y la TV. El teatro es vida presente.
Por ahora, solo queda disponerse, tomar la computadora y volar, aunque ese vuelo sea como el cometa, siempre sujetado de un hilo para no perderse y dejarse llevar por otros aires. Esto último, justo lo que busca el arte: ser llevado por otros y nuevos aires.
Los teatristas, los creadores, los artistas en general han sido sometidos a una situación impensada, —pareciera deliberadamente— castrante. Lo pienso y lo siento así porque hay un ventarrón que trae un olor putrefacto, un olor con clara intención de atacar a la conciencia y a todo aquello que hace del ser humano un ser digno de lo sublime, que pasa por la inteligencia y la sensibilidad de seres espirituales (nunca animal) que somos. Pues, el arte es la actividad que solo el ser humano, con las características mencionadas, puede desarrollar y, si lo que se quiere es un mundo conformado por zombis, pues el arte estorba.
Por ahora, solo queda disponerse, tomar la computadora y volar, aunque ese vuelo sea como el cometa, siempre sujetado de un hilo para no perderse y dejarse llevar por otros aires. Esto último, justo lo que busca el arte: ser llevado por otros y nuevos aires.
Los teatristas, los creadores, los artistas en general han sido sometidos a una situación impensada, —pareciera deliberadamente— castrante. Lo pienso y lo siento así porque hay un ventarrón que trae un olor putrefacto, un olor con clara intención de atacar a la conciencia y a todo aquello que hace del ser humano un ser digno de lo sublime, que pasa por la inteligencia y la sensibilidad de seres espirituales (nunca animal) que somos. Pues, el arte es la actividad que solo el ser humano, con las características mencionadas, puede desarrollar y, si lo que se quiere es un mundo conformado por zombis, pues el arte estorba.
Sobre Liz Moreno
Blanca Isabel Moreno Moreno, conocida como Liz Moreno, nació en Lima en 1962. Estudió Ciencias de la Comunicación. Formó el Taller de Teatro de la USAT y el Grupo Cultura Urbana de la UNPRG. Dirigió el Taller de Teatro de la USS. En la segunda mitad de los 90 formó Estación, grupo independiente, ahora llamado Estación Teatro, Punto de Cultura y ganador de diversos premios -tres de Iberescena- que permitió llevar a cabo proyectos teatrales para la Región Lambayeque. Premio AIBAL a Liz Moreno en la categoría Teatro Regional (Lima, 2016) y Mejor Aventura Teatral a la obra Dinosaurios (Lima,2015).
Blanca Isabel Moreno Moreno, conocida como Liz Moreno, nació en Lima en 1962. Estudió Ciencias de la Comunicación. Formó el Taller de Teatro de la USAT y el Grupo Cultura Urbana de la UNPRG. Dirigió el Taller de Teatro de la USS. En la segunda mitad de los 90 formó Estación, grupo independiente, ahora llamado Estación Teatro, Punto de Cultura y ganador de diversos premios -tres de Iberescena- que permitió llevar a cabo proyectos teatrales para la Región Lambayeque. Premio AIBAL a Liz Moreno en la categoría Teatro Regional (Lima, 2016) y Mejor Aventura Teatral a la obra Dinosaurios (Lima,2015).
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