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Henry Urpeque Neciosup: La normalidad que nunca más regresará
Chiclayo, 4 de junio de 2020
Son las dos de la mañana y no puedo conciliar el sueño. Las redes sociales a esta hora están más encendidas que nunca. Muchos noctámbulos inician religiosamente su encuentro con estos espacios para encontrar algo de ocio y diversión, en medio de tanta noticia triste y fúnebre. Sin embargo, todo está saturado de anuncios publicitarios, recetas medicinales, tutoriales de comida, novedades informativas y hasta confesiones y palabras sin sentido. Trato de encontrar en el Twitter la distinción que haga más placentero este confinamiento, sin embargo, uno que otro trol hacen que la carrera por seguir hilos tan agradables se desvanezca. El Instagram se lleva todos los premios al ocio, y se ha saturado de terapias rítmicas con ejercicios y palabras motivadoras para devolver el ánimo. Pero este último resulta ser el más dinámico para muchos y el más aburrido para mí. Confieso que he publicado muy poco.
Una de aquellas mañanas soleadas observé que mis libros también pasaban por una etapa de confinamiento y decidí ordenarlos y hacerlos respirar un poco de libertad para volver a sumergirme en ellos. En los últimos meses antes de la emergencia, su espacio había quedado reducido a torres de papel y pastas de cartón colocadas una encima de la otra. Pero esta cuarentena me regaló la oportunidad de reconciliarme con ese romance que una vez empezó, para no acabar nunca.
Una de aquellas mañanas soleadas observé que mis libros también pasaban por una etapa de confinamiento y decidí ordenarlos y hacerlos respirar un poco de libertad para volver a sumergirme en ellos. En los últimos meses antes de la emergencia, su espacio había quedado reducido a torres de papel y pastas de cartón colocadas una encima de la otra. Pero esta cuarentena me regaló la oportunidad de reconciliarme con ese romance que una vez empezó, para no acabar nunca.
Empecé a coquetear con los clásicos y con la poesía, pero terminé finalmente releyendo aquellos de fascinante narrativa. Descubrí nuevamente la historia de un bombero que quemaba libros en Fahrenheit 451, y no me explicó cómo se le pudo ocurrir algo tan interesante a Ray Bradbury. Y como necesitaba, como todo periodista, buenos diálogos y excelentes descripciones, me animé a revisar A sangre fría (Truman Capote), El Todopoderoso (Irvin Wallace), La peste (Albert Camus), Crónica de una muerte anunciada (Gabriel García Márquez), Viaje al centro de la Tierra (Julio Verne), Noticias de un secuestro (Gabriel García Márquez) y Rayuela (Cortázar). Tengo una deuda pendiente con Günter Grass (Tambor de hojalata) y Gustavo Flaubert (Madame Bovary), porque resalté las primeras páginas, les coloqué separador, pero no los volví a abrir. Creo que sus más de 500 páginas me desalentaron un poco.
En donde sí posé mis pupilas a largos ratos fue en aquellos que hablan de mi pasión empedernida: El Periodismo. Volví a los artículos de Openheimer, Umberto Eco, Kapuscinski, Javier Mayoral, Oriana Fallaci, Martín Caparrós, Héctor Abad Faciolince, Javier Darío Restrepo, otra vez Gabriel García Márquez (Gabo Periodista) y algunas entrevistas escogidas de Bryce Echenique y Vargas Llosa. Confieso que aquí sí he leído mucho.
Un día conocí la Biblia (por supuesto mucho antes de la emergencia), y desde entonces no he dejado de leerla y subrayarla. Nadie es igual después que posa su mirada en ella. Y confieso también que han sido largas las meditaciones de la palabra en estos días. En momentos de crisis como esta, un hombre de fe no debe dejar de refugiarse en ella. Un día me dije a mi mismo. Si he sido capaz de leer el Quijote, con todas sus quijotadas y 700 hojas, cómo no voy a poder leer la Biblia. Y confieso que es el libro del que más enamorado estoy.
Como periodista llevo 74 días haciendo “teletrabajo”. Siempre pensé que era una actividad para cinco o diez años más, pero este virus letal nos dio en la cara y nos obligó a todos los hombres de prensa a adaptarnos y reinventarnos para poder seguir avivando la llama de nuestra pasión. Soy un convencido que el periodismo se nutre del contacto con la realidad y la búsqueda de los hechos en la “calle”. Eso no merece ni un segundo de discusión, pero como periodista he aprendido a ser versátil y esta era una valiosa oportunidad para aprender a seguir haciendo lo que más nos gusta, con diferentes escenarios y herramientas. Confieso que lo acepté por amor a mi salud y a mi familia.
En donde sí posé mis pupilas a largos ratos fue en aquellos que hablan de mi pasión empedernida: El Periodismo. Volví a los artículos de Openheimer, Umberto Eco, Kapuscinski, Javier Mayoral, Oriana Fallaci, Martín Caparrós, Héctor Abad Faciolince, Javier Darío Restrepo, otra vez Gabriel García Márquez (Gabo Periodista) y algunas entrevistas escogidas de Bryce Echenique y Vargas Llosa. Confieso que aquí sí he leído mucho.
Un día conocí la Biblia (por supuesto mucho antes de la emergencia), y desde entonces no he dejado de leerla y subrayarla. Nadie es igual después que posa su mirada en ella. Y confieso también que han sido largas las meditaciones de la palabra en estos días. En momentos de crisis como esta, un hombre de fe no debe dejar de refugiarse en ella. Un día me dije a mi mismo. Si he sido capaz de leer el Quijote, con todas sus quijotadas y 700 hojas, cómo no voy a poder leer la Biblia. Y confieso que es el libro del que más enamorado estoy.
Como periodista llevo 74 días haciendo “teletrabajo”. Siempre pensé que era una actividad para cinco o diez años más, pero este virus letal nos dio en la cara y nos obligó a todos los hombres de prensa a adaptarnos y reinventarnos para poder seguir avivando la llama de nuestra pasión. Soy un convencido que el periodismo se nutre del contacto con la realidad y la búsqueda de los hechos en la “calle”. Eso no merece ni un segundo de discusión, pero como periodista he aprendido a ser versátil y esta era una valiosa oportunidad para aprender a seguir haciendo lo que más nos gusta, con diferentes escenarios y herramientas. Confieso que lo acepté por amor a mi salud y a mi familia.
La cuarentena no fue obstáculo para seguir publicando y buscando historias de héroes que acaricien el alma en medio de tanta cifra escalofriante. Y si bien, por ahora, nuestras voces no salen al aire, todos los días nos refugiamos en la redacción web para seguir contando este pedacito de la historia que sucede cada día y que ya queremos que termine.
El año pasado cuando mi trabajo “Bebés mueren por falta de incubadoras” quedó como finalista en las categorías de Reportaje Radial y Gran Premio Nacional de Periodismo, creía que lo más fatal del sistema de salud es la corrupción y la insensibilidad. Confieso que esta pandemia lo desnudó por completo y todo lo hasta ahora descubierto, confirma mis teorías.
El año pasado cuando mi trabajo “Bebés mueren por falta de incubadoras” quedó como finalista en las categorías de Reportaje Radial y Gran Premio Nacional de Periodismo, creía que lo más fatal del sistema de salud es la corrupción y la insensibilidad. Confieso que esta pandemia lo desnudó por completo y todo lo hasta ahora descubierto, confirma mis teorías.
A mi esposa todos los días le recito al oído que la amo y a mis dos pequeños les recuerdo que el amor y la fe son nuestros mejores aliados. Afuera todos dicen que volveremos a un mundo nuevo, pero yo creo que el mundo seguirá siendo igual, el reto es que nosotros seamos completamente distintos. Lo que no hemos comprendido es que esta es una tormenta para todos, pero no todos remamos con el mismo barco. Para unos es un bote pequeño, para otros un crucero. Confieso que, como periodista, hay noches que me cansé y apagué la tele cansado de tanta noticia infausta.
Lo que sí es cierto es que la normalidad nunca regresará. Ya nada será igual. Pienso en mi mejor amigo, que jamás imaginó que su madre fallecería por esta enfermedad. Nunca imaginó verla en la portada de un diario, a foto gigante, sin vida en una mototaxi. Pienso que en pocos días celebrará su cumpleaños y no recibirá el abrazo del ser que más amó. Él nunca imagino este momento, esta tristeza, este desenlace y esta forma de decir adiós. Sin duda, para él la normalidad, como para muchos, ya no regresará jamás. Yo no pude darle al abrazo más fuerte de consuelo en ese momento, y para mí tampoco regresará la normalidad. Confieso que espero que esto acabe de una vez.
Lo que sí es cierto es que la normalidad nunca regresará. Ya nada será igual. Pienso en mi mejor amigo, que jamás imaginó que su madre fallecería por esta enfermedad. Nunca imaginó verla en la portada de un diario, a foto gigante, sin vida en una mototaxi. Pienso que en pocos días celebrará su cumpleaños y no recibirá el abrazo del ser que más amó. Él nunca imagino este momento, esta tristeza, este desenlace y esta forma de decir adiós. Sin duda, para él la normalidad, como para muchos, ya no regresará jamás. Yo no pude darle al abrazo más fuerte de consuelo en ese momento, y para mí tampoco regresará la normalidad. Confieso que espero que esto acabe de una vez.
Henry Urpeque Neciosup
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Periodista colegiado y productor de RPP Noticias, filial Lambayeque. Finalista del Premio Nacional de Periodismo organizado por El Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS), en dos categorías: Reportaje Radial y Gran Premio Nacional (2019). Ha terminado su máster en Comunicación Corporativa por la Universidad Europea del Atlántico de España y máster en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de México. Ha desarrollado cursos de Periodismo Radial, Narrativo, Creativo y Digital en la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado durante 12 años como corresponsal de RPP en la región Lambayeque y hace ocho meses fue designado como productor regional de la Rotativa del Aire de Radio Programas del Perú. (RPP Noticias). Participó en el Festival GABO 2019 en Medellín (Colombia), donde fue elegido para participar en el taller que dictó la periodista mexicana Carmen Aristegui, de CNN.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Periodista colegiado y productor de RPP Noticias, filial Lambayeque. Finalista del Premio Nacional de Periodismo organizado por El Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS), en dos categorías: Reportaje Radial y Gran Premio Nacional (2019). Ha terminado su máster en Comunicación Corporativa por la Universidad Europea del Atlántico de España y máster en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de México. Ha desarrollado cursos de Periodismo Radial, Narrativo, Creativo y Digital en la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado durante 12 años como corresponsal de RPP en la región Lambayeque y hace ocho meses fue designado como productor regional de la Rotativa del Aire de Radio Programas del Perú. (RPP Noticias). Participó en el Festival GABO 2019 en Medellín (Colombia), donde fue elegido para participar en el taller que dictó la periodista mexicana Carmen Aristegui, de CNN.
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