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Hellen Burga:
El sentido de la cercanía: Un desafío durante la pandemia
Chiclayo, 8 de junio de 2020
Recuerdo el último día, antes de cuarentena, ver mi agenda con muchas programaciones de diversos talleres y reuniones. Los lugares de encuentro eran en las casas o los locales comunales de la misma gente. Pasábamos horas de aprendizaje y reflexión. Al término, nos prometíamos un humilde compartir formando un círculo con nuestros brazos entrelazados y entonando un cántico alegre para la despedida que se alimentaba de un abrazo colectivo. Desde que empezó el encierro, mi agenda contiene también programación de actividades, pero todas son virtuales, sin poder sentir el calor humano.
Todo el tiempo, antes de la pandemia, desde que me involucré en el activismo social e inicié mi quehacer sociológico, ha sido la cercanía con la gente la que ha marcado el diario de mi vida. He optado por no solo envolverme en los libros de la conceptualización o realizar una investigación desde una computadora; sino por ir a los barrios, las comunidades, escuchar los testimonios de las mismas personas. Ese camino también me ha ofrecido el maravilloso regalo de apreciar y estar en hermosos paisajes que acogen la infinita belleza del mundo con flores de preciosos colores que pueden pintar un día tan gris; frondosos árboles a los que les suplico perdón porque cada vez quedan menos y aves a las que les pido que canten más fuerte para sensibilizar cada corazón de la humanidad. Por todo aquello que sucede cuando estoy afuera, es que nunca me he llevado muy bien con el trabajo de oficina —que es lo que estoy haciendo ahora, más de lo acostumbrado— aunque reconozco su valor y sé que muchas cosas se pueden hacer desde un escritorio, me sigue pareciendo incompleto porque carece del sentido de cercanía.
Nunca imaginé estar tanto tiempo entre cuatro paredes. Confieso que he tenido momentos en los que la tristeza y desesperación me han invadido por completo, haciéndome ver la vida como un “cementerio de esperanzas muertas” al no tener la certeza de saber cuándo terminará este encierro, mirando el aumento de la cifra de muertes, pensado en cómo la están pasando las poblaciones más vulnerables y en todo lo que se viene a partir de la pandemia. He tenido que alimentar mi esperanza y mi creatividad para no estar inmóvil en casa. Me he aferrado a pensar que aún, en medio de esta calamidad, podemos apreciar posibilidades de acercarnos.
Todo el tiempo, antes de la pandemia, desde que me involucré en el activismo social e inicié mi quehacer sociológico, ha sido la cercanía con la gente la que ha marcado el diario de mi vida. He optado por no solo envolverme en los libros de la conceptualización o realizar una investigación desde una computadora; sino por ir a los barrios, las comunidades, escuchar los testimonios de las mismas personas. Ese camino también me ha ofrecido el maravilloso regalo de apreciar y estar en hermosos paisajes que acogen la infinita belleza del mundo con flores de preciosos colores que pueden pintar un día tan gris; frondosos árboles a los que les suplico perdón porque cada vez quedan menos y aves a las que les pido que canten más fuerte para sensibilizar cada corazón de la humanidad. Por todo aquello que sucede cuando estoy afuera, es que nunca me he llevado muy bien con el trabajo de oficina —que es lo que estoy haciendo ahora, más de lo acostumbrado— aunque reconozco su valor y sé que muchas cosas se pueden hacer desde un escritorio, me sigue pareciendo incompleto porque carece del sentido de cercanía.
Nunca imaginé estar tanto tiempo entre cuatro paredes. Confieso que he tenido momentos en los que la tristeza y desesperación me han invadido por completo, haciéndome ver la vida como un “cementerio de esperanzas muertas” al no tener la certeza de saber cuándo terminará este encierro, mirando el aumento de la cifra de muertes, pensado en cómo la están pasando las poblaciones más vulnerables y en todo lo que se viene a partir de la pandemia. He tenido que alimentar mi esperanza y mi creatividad para no estar inmóvil en casa. Me he aferrado a pensar que aún, en medio de esta calamidad, podemos apreciar posibilidades de acercarnos.
El aislamiento ha significado un gran desafío durante la pandemia. Sin embargo, ha sido una medida obligatoria en este contexto de crisis sanitaria con graves consecuencias económicas, políticas y sociales. Cómo pensar en aislarse y despreocuparse en un país marcado por la pobreza, corrupción, exclusión, racismo, violencia, más aún en este tiempo en el que se han hecho más visibles las desigualdades y en el que agoniza un sistema de salud al que solo se le destinaba el 3.5 % del PBI anual. Cómo aislarse y despreocuparse cuando sucede que el personal de salud se contagia al no tener equipos de protección para atender a pacientes con COVID-19, nos ocultan la real cifra de fallecidos, los políticos son indiferentes e incapaces de afrontar la emergencia, la violencia hacia la mujer aumenta, se descarta la vida de los adultos mayores dejándolos morir, el bono “universal” no llega a todos, se amplía estrictamente la cuarentena sin pensar en la situación de pobreza de muchas familias, no hay una debida atención a las poblaciones indígenas y el individualismo se viene imponiendo.
Entonces, la idea es planear cómo responder a la crisis, desde donde nos encontramos, sin cercanía física, separados unos de los otros —al menos por ahora, hasta que sí podamos reunirnos—. Hoy debemos ir más allá de anhelar un mundo nuevo, debemos empezar a construirlo con mucha creatividad a pesar de las dificultades, con la práctica de la empatía y solidaridad, incluyendo a todos y todas, pensando en los más afectados, porque son quienes pagan el costo social injustamente.
Entonces, la idea es planear cómo responder a la crisis, desde donde nos encontramos, sin cercanía física, separados unos de los otros —al menos por ahora, hasta que sí podamos reunirnos—. Hoy debemos ir más allá de anhelar un mundo nuevo, debemos empezar a construirlo con mucha creatividad a pesar de las dificultades, con la práctica de la empatía y solidaridad, incluyendo a todos y todas, pensando en los más afectados, porque son quienes pagan el costo social injustamente.
Estamos en un momento crucial en la historia para reinventar nuestras formas de pensar, sentir, actuar y de tejer una nueva identidad de nuestras organizaciones reafirmando su sentido humano y de cercanía con los otros y las otras, con real involucramiento que incluye el reconocimiento de las situaciones de injusticia y sus causas, y el compromiso activo ante las mismas para eliminar esas causas estructurales, desde la colectividad. Y ese es también un gran reto, cómo fortalecemos el tejido social, cómo dejamos de hacer cosas por separado y nos unimos todos los espacios que compartimos los mismos sueños para construir conocimientos y acciones generando profundas transformaciones.
Finalmente, les invito a apreciar esta necesidad de cambio urgente. No podemos seguir esperando que acabe la cuarentena para regresar a la “normalidad”. Si seguimos ansiando aquello, habremos perdido una gran oportunidad para convertirnos y asumir desafíos.
Finalmente, les invito a apreciar esta necesidad de cambio urgente. No podemos seguir esperando que acabe la cuarentena para regresar a la “normalidad”. Si seguimos ansiando aquello, habremos perdido una gran oportunidad para convertirnos y asumir desafíos.
Hellen Burga Bustamante
Socióloga. Promotora socioambiental. Presidenta de Asociación Civil Aklla Pacha. Integrante del Frente de Defensa “Salvemos Chaparri”. Ex secretaria general del Centro Federado de Sociología y de la Asociación Nacional de Estudiantes de Sociología. Integrante de la Junta Directiva de ADOSCIL (Asociación de Delegados/as de Organizaciones de la Sociedad Civil de Lambayeque).
Socióloga. Promotora socioambiental. Presidenta de Asociación Civil Aklla Pacha. Integrante del Frente de Defensa “Salvemos Chaparri”. Ex secretaria general del Centro Federado de Sociología y de la Asociación Nacional de Estudiantes de Sociología. Integrante de la Junta Directiva de ADOSCIL (Asociación de Delegados/as de Organizaciones de la Sociedad Civil de Lambayeque).
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