- Quiénes Somos
- Artes Visuales
- Artes Escénicas
- Literatura
-
Secciones
- Cultura vive
- De Propia Vox
- Inusitado fulgor
- Inusitado fulgor: Reseñas
- Directorio cultural
- Barrockeando
- Barranco en Agenda CIX
- Voluntariado en accion
- Agenda CIX: COVID-19
- COVID-19: Demos voz a la esperanza
- #COVIDー19: Eventos
- Testimonios en tiempos del coronavirus
- Trazos en cuarentena
- COVID-19: Múltiples rostros de la incertidumbre >
- COVID-19: Lente en aislamiento
- Silencio Punto Tú
- El PPED está contigo
- Agenda CIX: Elecciones 2018
-
Columnas
- Cultura digital
- Biblioteca digital
- Directorio Digital
- Jota en la palabra
- Los pies entre el cielo y la tierra
- Sublime creatura
- Camara lucida
- Ojos de lagarto
- Enfermedad violeta
- Santo veneno
- De cómo hacer visible lo invisible. Apuntes sobre el teatro
- Tierra de ciegos >
- Linea once
- Mira que bonito
- Fuera de contexto
- Un cronopio me conto
- Todo es ilustrable
- Contacto
Anita Ramos: Aparente calma: violencia familiar
Chiclayo, 29 de junio de 2020
¿Qué necesitamos para estar bien en casa? De seguro podemos contestar algunas de las necesidades humanas que plantea el psicólogo Abraham Maslow, entonces, contestaremos que necesitamos alimentación, descanso, gozar de buena salud tanto física como emocional, sentirse seguro/a o protegido/a en una vivienda y tener un empleo seguro, tener intimidad sexual, amistades, conversación continua con nuestros familiares, reconocimiento por parte de la sociedad, entre otros. Sin embargo, no todos/as estamos gozando de estas oportunidades. Hay quienes en la emergencia nacional conviven con su agresor o agresora. La pandemia no ha desatado un mayor número de violencia familiar, tan solo está desatando la variedad de patrones socioculturales con los cuales hemos convivido, y ahora, al permanecer en confinamiento, la estructura ha variado y debemos hacer actividades que antes no estábamos acostumbrados/as.
Hablemos de estadística para que se torne creíble lo que se especifica en este texto. Se sabe que desde el inicio de la pandemia hasta el 26 de mayo del 2020 el programa AURORA del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables ha reportado tener 4 1200 llamadas recibidas en la Línea 100 y 4773 atenciones a víctimas de violencia familiar por parte del equipo itinerante de urgencia y hogar de refugio temporal a nivel nacional. Ante ello, del 100 % de las víctimas de violencia e integrantes del grupo familiar, el 84 % (4024) fueron mujeres y el 16 % (749) varones. Entre estos grupos el 57 % fueron adultos/as, el 39 % niños, niñas y adolescentes y el 4 % adultos/as mayores.
Hablemos de estadística para que se torne creíble lo que se especifica en este texto. Se sabe que desde el inicio de la pandemia hasta el 26 de mayo del 2020 el programa AURORA del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables ha reportado tener 4 1200 llamadas recibidas en la Línea 100 y 4773 atenciones a víctimas de violencia familiar por parte del equipo itinerante de urgencia y hogar de refugio temporal a nivel nacional. Ante ello, del 100 % de las víctimas de violencia e integrantes del grupo familiar, el 84 % (4024) fueron mujeres y el 16 % (749) varones. Entre estos grupos el 57 % fueron adultos/as, el 39 % niños, niñas y adolescentes y el 4 % adultos/as mayores.
Ante este panorama, le sumamos que estas fueron las víctimas que sí pudieron denunciar, entonces, ¿qué pasa con las personas que no denuncian? Usualmente nos preguntamos y agregamos a nuestras redes sociales las siguientes interrogantes: “¿Por qué no denuncian las mujeres?”, “También hay varones violentados, ¿Por qué no los visibilizan?”, “Le gusta que le peguen, por eso sigue en esa relación”, “¿Por qué vuelve con el agresor si le ha hecho mucho daño?”, “Esta chica no aprende”, e infinidades de argumentos que minimizan, justifican o normalizan el problema de fondo. Es por ello que debemos considerar la teoría y la empatía, cuestionar más allá del nivel individual para poder comprender las razones por las cuales las víctimas de violencia no denuncian.
Existen un sinnúmero de teorías que explican lo mencionado. Hoy abordaremos la del Círculo de la violencia, que ha sido estudiado por la psicóloga Leonore Walker. Se le llama círculo porque algo vuelve a suceder nuevamente. Aparentemente la relación puede estar en absoluta calma, sin embargo, puede detonar todo esto una llamada, el sonido de un mensaje, alguna manera de vestir o algo que perturbe la estructura machista del agresor para que empiece la Elaboración de la tensión. Ocurren ciertas discusiones en la pareja, donde la víctima suele justificar y minimizar las reacciones del agresor porque suele pensar que puede controlarlo e incluso mejorar la relación. Luego de ello se da la Explosión de la violencia. Ambos o solo uno/a empieza a gritar, insultar y humillar. En esta etapa se produce la violencia física, psicológica o sexual. Es una falta de control y destructividad. Es común sentir ansiedad, insomnio, aislamiento u otro donde el agresor puede aprovechar esta circunstancia para mantener el control sobre la víctima. Posteriormente, se da la fase Luna de miel o arrepentimiento, donde el que perpetra la violencia se muestra cariñoso, amable, a veces arrepentido, prometiendo un sinfín de actividades que no llegarán. Es en esta fase donde muchas personas no denuncian porque piensan que todo es cierto y pronto cambiarán, retirando muchas veces las denuncias pensando que pronto cesará y regresará la calma, convirtiéndose en un círculo a repetir.
Existen un sinnúmero de teorías que explican lo mencionado. Hoy abordaremos la del Círculo de la violencia, que ha sido estudiado por la psicóloga Leonore Walker. Se le llama círculo porque algo vuelve a suceder nuevamente. Aparentemente la relación puede estar en absoluta calma, sin embargo, puede detonar todo esto una llamada, el sonido de un mensaje, alguna manera de vestir o algo que perturbe la estructura machista del agresor para que empiece la Elaboración de la tensión. Ocurren ciertas discusiones en la pareja, donde la víctima suele justificar y minimizar las reacciones del agresor porque suele pensar que puede controlarlo e incluso mejorar la relación. Luego de ello se da la Explosión de la violencia. Ambos o solo uno/a empieza a gritar, insultar y humillar. En esta etapa se produce la violencia física, psicológica o sexual. Es una falta de control y destructividad. Es común sentir ansiedad, insomnio, aislamiento u otro donde el agresor puede aprovechar esta circunstancia para mantener el control sobre la víctima. Posteriormente, se da la fase Luna de miel o arrepentimiento, donde el que perpetra la violencia se muestra cariñoso, amable, a veces arrepentido, prometiendo un sinfín de actividades que no llegarán. Es en esta fase donde muchas personas no denuncian porque piensan que todo es cierto y pronto cambiarán, retirando muchas veces las denuncias pensando que pronto cesará y regresará la calma, convirtiéndose en un círculo a repetir.
Desde nuestro punto de vista, como externos al problema, sabemos que volverá a repetirse; pero al estar en una relación donde hay violencia, hay varios factores que pueden minimizar y normalizar lo que sucede. Debemos tener en cuenta el enfoque de integralidad donde reconoce que en la violencia confluyen múltiples causas y factores que están presentes en distintos ámbitos, a nivel individual, familiar, comunitario y estructural. Por ello es necesario establecer intervenciones en los distintos niveles en los que las personas se desenvuelven, no solo preocuparnos por lo que sucede a nivel personal, sino también si tiene redes de apoyo, si sus familiares o amistades la ignoran o se solidarizan con ella, si en la comunidad hay operadores de justicia que deslegitimizan, justifican o reaccionan frente a la violencia.
Ante lo expuesto, no solo es necesario andar con la teoría en la mano. De qué sirve tanta estadística, libro o artículo leído si no hemos interiorizado la información y no estamos sensibilizados/as al respecto. La teoría funcionará solo cuando hagamos algo al respecto respetando y valorando a la otra persona. La teoría solo funcionará cuando nos cuestionemos diariamente qué estamos haciendo y qué puedo hacer desde mi rol como ciudadana/o, profesional, familiar y amiga/o para prevenir, atender y erradicar la violencia familiar.
Ante lo expuesto, no solo es necesario andar con la teoría en la mano. De qué sirve tanta estadística, libro o artículo leído si no hemos interiorizado la información y no estamos sensibilizados/as al respecto. La teoría funcionará solo cuando hagamos algo al respecto respetando y valorando a la otra persona. La teoría solo funcionará cuando nos cuestionemos diariamente qué estamos haciendo y qué puedo hacer desde mi rol como ciudadana/o, profesional, familiar y amiga/o para prevenir, atender y erradicar la violencia familiar.
Mercedes Anita Ramos Flores
Nació en Chiclayo. Licenciada en Psicología. Activista feminista, integrante de los Círculos de Mujeres Lambayeque. Especialista en Masculinidades y Violencia Familiar, en proceso de formación en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Educación Sexual Integral.
Actualmente labora en el Servicio de la Estrategia de Prevención, Atención y Protección frente a la Violencia Familiar y Sexual en Zonas Rurales del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
Nació en Chiclayo. Licenciada en Psicología. Activista feminista, integrante de los Círculos de Mujeres Lambayeque. Especialista en Masculinidades y Violencia Familiar, en proceso de formación en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Educación Sexual Integral.
Actualmente labora en el Servicio de la Estrategia de Prevención, Atención y Protección frente a la Violencia Familiar y Sexual en Zonas Rurales del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
Información oficial sobre el coronavirus⤵️
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional