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El amor en los tiempos del ahora
Por Alexandra Gonzales Lozano
– No existe ningún Florentino Ariza, y eso lo sabes –me dijo mientras me arrebataba el pequeño libro amarillo que tenía de portada la foto de un sonriente Gabriel García Márquez. Nadie es capaz de esperar tanto por una mujer, el amor se acaba. Solo es…
– El amor se acaba. Mírame a mí, 4 años de relación con un estúpido chico que ahora está con otra chica –grita mi prima al caer sobre la cama–. Está furiosa, sus padres se han negado a darle permiso. No quieren que salga el fin de semana y se supone que estamos de vacaciones.
– ¿Aún crees que encontrarás el amor? –me mira desde donde está–. Te equivocas, todos quieren que te abras de piernas.
–Entonces no me casaré –dije apuradamente, echándome sobre la otra cama.
–No se trata de eso, ni siquiera de matrimonio –me dijo mientras tiraba una almohada hacia a mí. La cogí rápidamente antes que cayera sobre mi cara y me quedé mirando el techo blanco hasta que me quedé dormida.
Esa fue la última noche que pernocté en su casa y durante cinco años no la vi. Desde ese momento solo me dediqué a estudiar y a no salir de casa: era mi carrera y yo. Hasta que una noche en que desesperadamente trataba de terminar un ensayo, mi celular sonó. Eran cerca de las tres de la mañana.
–Aló –dije con mi voz seca y ronca a causa del frío de invierno.
–Hola cariño –me dijo una voz femenina–, ¿me has extrañado?
–Hola Ceci –saludé a mi querida prima–. Es tarde.
–Lo sé, solo quería invitarte para mañana a un almuerzo familiar, hace mucho que no te veo. Desde que llegué de España ni siquiera me has llamado, ingrata –me reclamó.
–Está bien, iré –dije dando por terminada la conversación.
Al día siguiente, muy puntual estuve en su casa que era una especie de residencia acomodada con un gigante jardín que incluía piscina.
– El amor se acaba. Mírame a mí, 4 años de relación con un estúpido chico que ahora está con otra chica –grita mi prima al caer sobre la cama–. Está furiosa, sus padres se han negado a darle permiso. No quieren que salga el fin de semana y se supone que estamos de vacaciones.
– ¿Aún crees que encontrarás el amor? –me mira desde donde está–. Te equivocas, todos quieren que te abras de piernas.
–Entonces no me casaré –dije apuradamente, echándome sobre la otra cama.
–No se trata de eso, ni siquiera de matrimonio –me dijo mientras tiraba una almohada hacia a mí. La cogí rápidamente antes que cayera sobre mi cara y me quedé mirando el techo blanco hasta que me quedé dormida.
Esa fue la última noche que pernocté en su casa y durante cinco años no la vi. Desde ese momento solo me dediqué a estudiar y a no salir de casa: era mi carrera y yo. Hasta que una noche en que desesperadamente trataba de terminar un ensayo, mi celular sonó. Eran cerca de las tres de la mañana.
–Aló –dije con mi voz seca y ronca a causa del frío de invierno.
–Hola cariño –me dijo una voz femenina–, ¿me has extrañado?
–Hola Ceci –saludé a mi querida prima–. Es tarde.
–Lo sé, solo quería invitarte para mañana a un almuerzo familiar, hace mucho que no te veo. Desde que llegué de España ni siquiera me has llamado, ingrata –me reclamó.
–Está bien, iré –dije dando por terminada la conversación.
Al día siguiente, muy puntual estuve en su casa que era una especie de residencia acomodada con un gigante jardín que incluía piscina.
–Hey, hola –me saludó mientras me daba un vaso de limonada–. Te he extrañado mucho, han pasado tantas cosas.
–Bueno sí, creo que todo ha cambiado tanto desde que...
–No, ni lo menciones –me dijo callándome–. Esto en realidad no es una fiesta, es algo mucho más formal, ¿lo sabes verdad? –me dice sonriente.
Al fin me doy cuenta que lleva un coqueto vestido de flores y su cabello está extrañamente arreglado. Yo tan solo llevo unos jeans desgastados con un bividí negro. La verdad es que estoy algo despeinada pues nunca me peino cuando salgo de la ducha y bueno, pensé que tan solo era una reunión familiar pero hay una gran mesa en medio del jardín con mucha comida y muchas tías y primos que sonríen ante Mabel y Daniel, los padres de Ceci.
–Hey, hey –me dice Ceci cogiéndome de los hombros–, quiero que conozcas a alguien.
–Bien, está bien –dije siguiéndola hasta el interior de la casa. Al llegar a la sala nos paramos en el centro, –espera aquí–, me dijo apretando mi mano. Se separó un poco de mí y grito –hey Ariza, ya puedes venir, quiero que conozcas a mi prima.
Un chico alto de cabello claro ensortijado con una gran sonrisa se acerca hacia nosotras. Lo miro sorprendida.
–Hola –me saluda mientras me estrecha la mano –Ariza.
Asiento la cabeza confundida, y no digo nada mientras dirijo mi mirada hasta Ceci.
– Es mi prometido –me dice mientras ambos se abrazan–, es el español que me vuelve loca, y esta fiesta es nuestra pequeña fiesta de compromiso.
Sonrío aún dudando de lo que dice. Ambos se ven felices y me pregunto dónde quedó la Ceci que conocí, esa chica que había llorado por el novio peruano que la había dejado plantada después de cuatro años de relación, dónde estaba la chica a la que le prohibían salir porque temían que se drogara en las discotecas después de encontrarle marihuana debajo del colchón.
–Podemos seguir con la reunión en el jardín –dice Ceci mientras nos jala a ambos. Me dejo arrastrar junto a Ariza. Al llegar al jardín mis tías se acercan a Ceci y la abrazan dejando a Ariza y a mí, recluidos junto a la gran mesa.
– Así que tú eres la prima que ella tanto quiere –me dice sonriendo–. Amo a tu prima, ella es lo mejor que me ha pasado.
–Ya –digo estúpidamente–, ¿tu nombre es Ariza? –pregunto sin saber qué más decir.
– Oh, no pues. Verás, yo me llamo…
– Hey, Ariza, ven aquí –llama mi tía Mabel a su futuro yerno–. Debes unirte a la familia.
El chico solo me sonríe y se acerca al grupo. Tía Mabel no se lleva bien conmigo. Es por eso que casi nunca me llama, solo cuando necesita distraer a Cecilia, que por cierto es hija única.
Me distraigo con algunos sándwiches y tequeños que hay en la mesa hasta que siento una mirada sobre mi nuca. Volteo rápidamente para ver quién me mira.
– Hola Ariza –digo al ver sus ojos sobre los míos.
– Hola nuevamente, querías saber mi nombre: es Florentino.
Silbo distraídamente y ordeno las palabras.
– Es un gusto conocerte Florentino Ariza –contesto mientras le extiendo la mano–, futuro primo.
Ariza sonríe y estrecha mi mano, –el gusto es mío.
– Hey, hey se les ve bien conversando –sonríe mi prima.
– Pensé que los Florentinos Ariza no existían –sonrío.
– Pues sí y estoy feliz de eso –dice levantando su vaso de limonada– gracias Gabriel García Márquez por eso.
–Bueno sí, creo que todo ha cambiado tanto desde que...
–No, ni lo menciones –me dijo callándome–. Esto en realidad no es una fiesta, es algo mucho más formal, ¿lo sabes verdad? –me dice sonriente.
Al fin me doy cuenta que lleva un coqueto vestido de flores y su cabello está extrañamente arreglado. Yo tan solo llevo unos jeans desgastados con un bividí negro. La verdad es que estoy algo despeinada pues nunca me peino cuando salgo de la ducha y bueno, pensé que tan solo era una reunión familiar pero hay una gran mesa en medio del jardín con mucha comida y muchas tías y primos que sonríen ante Mabel y Daniel, los padres de Ceci.
–Hey, hey –me dice Ceci cogiéndome de los hombros–, quiero que conozcas a alguien.
–Bien, está bien –dije siguiéndola hasta el interior de la casa. Al llegar a la sala nos paramos en el centro, –espera aquí–, me dijo apretando mi mano. Se separó un poco de mí y grito –hey Ariza, ya puedes venir, quiero que conozcas a mi prima.
Un chico alto de cabello claro ensortijado con una gran sonrisa se acerca hacia nosotras. Lo miro sorprendida.
–Hola –me saluda mientras me estrecha la mano –Ariza.
Asiento la cabeza confundida, y no digo nada mientras dirijo mi mirada hasta Ceci.
– Es mi prometido –me dice mientras ambos se abrazan–, es el español que me vuelve loca, y esta fiesta es nuestra pequeña fiesta de compromiso.
Sonrío aún dudando de lo que dice. Ambos se ven felices y me pregunto dónde quedó la Ceci que conocí, esa chica que había llorado por el novio peruano que la había dejado plantada después de cuatro años de relación, dónde estaba la chica a la que le prohibían salir porque temían que se drogara en las discotecas después de encontrarle marihuana debajo del colchón.
–Podemos seguir con la reunión en el jardín –dice Ceci mientras nos jala a ambos. Me dejo arrastrar junto a Ariza. Al llegar al jardín mis tías se acercan a Ceci y la abrazan dejando a Ariza y a mí, recluidos junto a la gran mesa.
– Así que tú eres la prima que ella tanto quiere –me dice sonriendo–. Amo a tu prima, ella es lo mejor que me ha pasado.
–Ya –digo estúpidamente–, ¿tu nombre es Ariza? –pregunto sin saber qué más decir.
– Oh, no pues. Verás, yo me llamo…
– Hey, Ariza, ven aquí –llama mi tía Mabel a su futuro yerno–. Debes unirte a la familia.
El chico solo me sonríe y se acerca al grupo. Tía Mabel no se lleva bien conmigo. Es por eso que casi nunca me llama, solo cuando necesita distraer a Cecilia, que por cierto es hija única.
Me distraigo con algunos sándwiches y tequeños que hay en la mesa hasta que siento una mirada sobre mi nuca. Volteo rápidamente para ver quién me mira.
– Hola Ariza –digo al ver sus ojos sobre los míos.
– Hola nuevamente, querías saber mi nombre: es Florentino.
Silbo distraídamente y ordeno las palabras.
– Es un gusto conocerte Florentino Ariza –contesto mientras le extiendo la mano–, futuro primo.
Ariza sonríe y estrecha mi mano, –el gusto es mío.
– Hey, hey se les ve bien conversando –sonríe mi prima.
– Pensé que los Florentinos Ariza no existían –sonrío.
– Pues sí y estoy feliz de eso –dice levantando su vaso de limonada– gracias Gabriel García Márquez por eso.
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