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Redes sociales: De burbujas, adicciones y otras yerbas
Barranco, 22 de abril de 2020
Por Juan José Soto Bacigalupo
Una notificación del móvil me sustrae repentinamente del agobiante reino de aislamiento e incertidumbre: es un video y las imágenes de un cuerpo celeste encendiendo la noche. Hecho un bólido, gugleo y el Hombre del Tiempo aclara el cielo de dudas (o eso creo). Llega luego un coro informe e incesante de notificaciones.
Sin darnos cuenta, estamos ya sumergidos en la vorágine adictiva, sin vuelta, de las redes sociales: tiovivo incontrolable y sin fin en el que cabalga, manifiesta y visible, la palabra que habita no solo en la razón y el equilibrio, sino en la pasión que borbotea. Palabra que se asienta no solo en la reflexión, sino en la sordera selectiva que filtra y pontifica su propio eco, sin dejar resquicio para el diálogo que nos acerca el mundo desde el otro lado de la orilla.
Mundo virtual, escenario de burbujas, espejismo de afinidades —cercano, esquivo y remoto a la vez— que nos revela como jueces absolutos con la sentencia inapelable que condena o absuelve al personaje del Trending Topic; o que nos muestra como ácratas rebeldes que giran el mundo a contracorriente sin más argumento que el sin sentido y la renuncia al orden desde la alucinada e inimputable adoración del caos.
Cachondos, furibundos y prestos —móvil o smartphone en ristre— condenamos la muerte con las mismas armas de la muerte; rechazamos la violencia con la voraz crueldad de la horda; reclamamos orden y justicia desde el imperio inhóspito de la barbarie y la anarquía, mientras surfeamos, montados en la ola turbulenta, oscilante, frenética y adictiva, corriendo de tuit en tuit y saltando de post en post.
Nos deslizamos verticalmente, escudriñamos, salimos, regresamos. Llegan más notificaciones de video en vivo de Facebook y stories en Instagram. Volvemos a salir, mientras recibimos el aviso siniestro, fatídico: batería baja. Se apagará pronto, como la pasión feble de un beso fugaz, sin memoria y sin rumbo. Pero, nada nos detiene. Ni la constatación de la perfidia o el engaño taimado de esa extensión portátil y alígera de nuestro brazo.
Saco el cargador. Recargo otra vez. Full battery. Inicia todo nuevamente. Cita con la adrenalínica ola mientras cojo, sin armas e indefenso, tu esbelta cintura móvil entre mis manos.
Sin darnos cuenta, estamos ya sumergidos en la vorágine adictiva, sin vuelta, de las redes sociales: tiovivo incontrolable y sin fin en el que cabalga, manifiesta y visible, la palabra que habita no solo en la razón y el equilibrio, sino en la pasión que borbotea. Palabra que se asienta no solo en la reflexión, sino en la sordera selectiva que filtra y pontifica su propio eco, sin dejar resquicio para el diálogo que nos acerca el mundo desde el otro lado de la orilla.
Mundo virtual, escenario de burbujas, espejismo de afinidades —cercano, esquivo y remoto a la vez— que nos revela como jueces absolutos con la sentencia inapelable que condena o absuelve al personaje del Trending Topic; o que nos muestra como ácratas rebeldes que giran el mundo a contracorriente sin más argumento que el sin sentido y la renuncia al orden desde la alucinada e inimputable adoración del caos.
Cachondos, furibundos y prestos —móvil o smartphone en ristre— condenamos la muerte con las mismas armas de la muerte; rechazamos la violencia con la voraz crueldad de la horda; reclamamos orden y justicia desde el imperio inhóspito de la barbarie y la anarquía, mientras surfeamos, montados en la ola turbulenta, oscilante, frenética y adictiva, corriendo de tuit en tuit y saltando de post en post.
Nos deslizamos verticalmente, escudriñamos, salimos, regresamos. Llegan más notificaciones de video en vivo de Facebook y stories en Instagram. Volvemos a salir, mientras recibimos el aviso siniestro, fatídico: batería baja. Se apagará pronto, como la pasión feble de un beso fugaz, sin memoria y sin rumbo. Pero, nada nos detiene. Ni la constatación de la perfidia o el engaño taimado de esa extensión portátil y alígera de nuestro brazo.
Saco el cargador. Recargo otra vez. Full battery. Inicia todo nuevamente. Cita con la adrenalínica ola mientras cojo, sin armas e indefenso, tu esbelta cintura móvil entre mis manos.
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