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Frankenstein: Arquitectura
del cuerpo para develar el alma
Chiclayo, 26 de febrero de 2018
Por Gianfranco Mejía Coronel
La historia mundialmente conocida sobre la creación de un monstruo con partes de cadáveres humanos y que cobra vida en las manos de un excéntrico científico, con la intención de erigir un ser superior, es llevada al teatro por la compañía chilena argentina Teatro Misterio.
Son tres los personajes de la obra. Aparecen en escena descalzos. Usan licras negras, batas blancas y rodilleras; en el rostro, maquillaje blanco y negro con el cabello recogido. En ocasiones aparece un personaje portando unos carteles con indicaciones para el público y es que la obra busca la participación de los espectadores.
Estos personajes cuentan la historia usando su cuerpo como único recurso para crear los “escenarios” y las diversas situaciones de la obra, formando figuras con sus extremidades hasta lograr esculturas humanas que recrean atmósferas, reforzadas con una buena dirección de luces y sonido. Claramente se puede apreciar el dominio de la técnica del mimo para el manejo del cuerpo y la técnica del clown para contar la historia en clave de humor.
Sin embargo; conforme se desarrolla la obra, ese humor se vuelve denso y cada vez cuesta más reírse sin que las comisuras de los labios se curven hacia abajo después de cada carcajada y es que todo es una trampa, una farsa montada por los actores, en la cual, los espectadores quedan atrapados sin poder salir y las atmósferas, antes creadas en el exterior, se filtran a través de nuestros ojos hasta tocarnos los intestinos e inquietar nuestro fuero interno.
Pero, ¿por qué? ¿en qué momento la historia de un monstruo mal hecho que ni siquiera puede articular palabra alguna llega a alterar nuestra quietud, dejándonos sin asideros, flotando en una nube de incertidumbres?
Es cuando el montaje incluye escenas de la vida cotidiana, de la coyuntura social y política y el monstruo es sometido al juicio del hombre, develando tras la luz de nuestras mejores posturas y máscaras, la maldad y morbosidad de nuestras bajas intensiones: ridiculizar y burlarse del otro hasta verlo hundirse.
Se forma un paralelo entre aquel monstruo y el hombre – por no decir los espectadores – separados por un fino cristal como un espejo donde ya no se sabe quién es el verdadero Frankenstein, dejando al descubierto cuán perverso puede ser el hombre que para disimular crea monstruos para sentirse menos perverso.
De esta manera, la puesta en escena resulta escalofriante y no precisamente porque se trate de la historia de un monstruo, sino por el filo del mensaje: todos somos en menor o mayor grado pequeños o grandes frankensteins por el mundo, pretendiendo ser lindas personas con nuestro mejor ángulo y sonrisa para mostrar.
* Frankenstein, en la versión adaptada de la novela El monstruo de Frankenstein de Mary Shelley.
Actúan: Belén D’ Andrea, Eva Aymans y Konnýk Gatillón.
La Compañía Teatro Misterio se presentó como parte de una gira por Perú el 2 de febrero de 2018 en la Dirección Desconcentrada de Lambayeque.
Son tres los personajes de la obra. Aparecen en escena descalzos. Usan licras negras, batas blancas y rodilleras; en el rostro, maquillaje blanco y negro con el cabello recogido. En ocasiones aparece un personaje portando unos carteles con indicaciones para el público y es que la obra busca la participación de los espectadores.
Estos personajes cuentan la historia usando su cuerpo como único recurso para crear los “escenarios” y las diversas situaciones de la obra, formando figuras con sus extremidades hasta lograr esculturas humanas que recrean atmósferas, reforzadas con una buena dirección de luces y sonido. Claramente se puede apreciar el dominio de la técnica del mimo para el manejo del cuerpo y la técnica del clown para contar la historia en clave de humor.
Sin embargo; conforme se desarrolla la obra, ese humor se vuelve denso y cada vez cuesta más reírse sin que las comisuras de los labios se curven hacia abajo después de cada carcajada y es que todo es una trampa, una farsa montada por los actores, en la cual, los espectadores quedan atrapados sin poder salir y las atmósferas, antes creadas en el exterior, se filtran a través de nuestros ojos hasta tocarnos los intestinos e inquietar nuestro fuero interno.
Pero, ¿por qué? ¿en qué momento la historia de un monstruo mal hecho que ni siquiera puede articular palabra alguna llega a alterar nuestra quietud, dejándonos sin asideros, flotando en una nube de incertidumbres?
Es cuando el montaje incluye escenas de la vida cotidiana, de la coyuntura social y política y el monstruo es sometido al juicio del hombre, develando tras la luz de nuestras mejores posturas y máscaras, la maldad y morbosidad de nuestras bajas intensiones: ridiculizar y burlarse del otro hasta verlo hundirse.
Se forma un paralelo entre aquel monstruo y el hombre – por no decir los espectadores – separados por un fino cristal como un espejo donde ya no se sabe quién es el verdadero Frankenstein, dejando al descubierto cuán perverso puede ser el hombre que para disimular crea monstruos para sentirse menos perverso.
De esta manera, la puesta en escena resulta escalofriante y no precisamente porque se trate de la historia de un monstruo, sino por el filo del mensaje: todos somos en menor o mayor grado pequeños o grandes frankensteins por el mundo, pretendiendo ser lindas personas con nuestro mejor ángulo y sonrisa para mostrar.
* Frankenstein, en la versión adaptada de la novela El monstruo de Frankenstein de Mary Shelley.
Actúan: Belén D’ Andrea, Eva Aymans y Konnýk Gatillón.
La Compañía Teatro Misterio se presentó como parte de una gira por Perú el 2 de febrero de 2018 en la Dirección Desconcentrada de Lambayeque.
Fotografía: Gianfranco Mejía Coronel
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional