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¡Viva Cervantes! ¡Viva el Quijote!
En honor al cuatricentenario de la muerte
de El Manco de Lepanto
Por: Ernesto Facho
«El que no sabe gozar de La ventura cuando le viene, no se debe quejar si se pasa.»
Miguel de Cervantes
de El Manco de Lepanto
Por: Ernesto Facho
«El que no sabe gozar de La ventura cuando le viene, no se debe quejar si se pasa.»
Miguel de Cervantes
EN EL ATAÚD, el muerto del sayal franciscano era transportado sin mayores pompas. Una fachada sobria, compuesta por dos fajas de piedra laterales y un frontispicio triangular en el remate, lo esperaban. Aquella era la Iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas, con sus tres arcos de ingreso, el ornamento en bajorrelieve y los escudos de armas de los marqueses de Lagunas. El marchito tenía el rostro descubierto y se le reconocía por haber llevado hacia la luz a un héroe, a un ícono del idealismo, la libertad y los sueños. El fallecido avanzaba, hace cuatrocientos años, y parecía que desde lejos sus personajes lo despedían.
Cuatro centurias ha, que aquel cuerpo expiró, dejando libre el alma del ingenio español. Mas la puerta de su vida se cerraba y dejaba abierto el portal mágico a ese mundo que cargaba consigo, el cual fue universal y trascendente hasta hoy.
Ha podido entonces, el Quijote sobrevivir a los molinos y los gigantes del tiempo.
Este libro, pues, habría tenido en su creador, don Miguel de Cervantes Saavedra, un primer propósito tan pequeño, que vuelvo sobre mis palabras y pareciera un engaño, afirmar, que aquello trató de ser una burla hacia las novelas de caballería, las cuales les parecieron al autor de La Galatea tan disparatadas y huecas, como lo son hoy día algunas novelitas de autoayuda que se venden por montones.
Y llegó don Quijote, con sus frases por momentos sin razón, y con sus sinrazones lógicas pues, aunque parezca mentira, algunas verdades se dicen por la boca de un loco en un mundo donde muchas aberraciones se distinguen como algo común y corriente.
Y a contracorriente avanzó el Quijote.
Es preciso señalar, en este punto, un par de libros que podrían haber dado origen a la mejor novela escrita en lengua española. Por un lado, tenemos ¨Elogio de la Locura¨ (1509) de Erasmo de Rotterdam. Y por el otro, tal vez menos conocido, está El entremés de los Romances, escrito según don Ramón de Menéndez Pidal entre 1593 y 1597, antes de la aparición del Quijote. Increíblemente, dicha historia —que se adelantó a Lope de Vega en la creación de una obra de teatro escrita en romance—, trata sobre un hombre que se vuelve loco al leer muchos romances sobre caballeros, sale a andar y su familia lo devuelve a casa. Aquí uno de los personajes refiere en qué estado quedó Bartolo:
Cuatro centurias ha, que aquel cuerpo expiró, dejando libre el alma del ingenio español. Mas la puerta de su vida se cerraba y dejaba abierto el portal mágico a ese mundo que cargaba consigo, el cual fue universal y trascendente hasta hoy.
Ha podido entonces, el Quijote sobrevivir a los molinos y los gigantes del tiempo.
Este libro, pues, habría tenido en su creador, don Miguel de Cervantes Saavedra, un primer propósito tan pequeño, que vuelvo sobre mis palabras y pareciera un engaño, afirmar, que aquello trató de ser una burla hacia las novelas de caballería, las cuales les parecieron al autor de La Galatea tan disparatadas y huecas, como lo son hoy día algunas novelitas de autoayuda que se venden por montones.
Y llegó don Quijote, con sus frases por momentos sin razón, y con sus sinrazones lógicas pues, aunque parezca mentira, algunas verdades se dicen por la boca de un loco en un mundo donde muchas aberraciones se distinguen como algo común y corriente.
Y a contracorriente avanzó el Quijote.
Es preciso señalar, en este punto, un par de libros que podrían haber dado origen a la mejor novela escrita en lengua española. Por un lado, tenemos ¨Elogio de la Locura¨ (1509) de Erasmo de Rotterdam. Y por el otro, tal vez menos conocido, está El entremés de los Romances, escrito según don Ramón de Menéndez Pidal entre 1593 y 1597, antes de la aparición del Quijote. Increíblemente, dicha historia —que se adelantó a Lope de Vega en la creación de una obra de teatro escrita en romance—, trata sobre un hombre que se vuelve loco al leer muchos romances sobre caballeros, sale a andar y su familia lo devuelve a casa. Aquí uno de los personajes refiere en qué estado quedó Bartolo:
Tanto por tanto, o ya os digo
que vuestro yerno y amigo
quiere partirse a la guerra,
y dejar su esposa y tierra,
que lo consultó conmigo.
De leer el romancero,
o ha dado en ser caballero,
por imitar los romances,
y entiendo que, a pocos lances,
será loco verdadero.
Y aunque más le persuadí,
está tan fuera de sí.
(El entremés de los romances, Anónimo)
que vuestro yerno y amigo
quiere partirse a la guerra,
y dejar su esposa y tierra,
que lo consultó conmigo.
De leer el romancero,
o ha dado en ser caballero,
por imitar los romances,
y entiendo que, a pocos lances,
será loco verdadero.
Y aunque más le persuadí,
está tan fuera de sí.
(El entremés de los romances, Anónimo)
Esta novela cervantina, donde convergen distintos personajes de las ideologías más dispares, la que tiene más traducciones después de La Biblia (aunque no sé si vale competir con Dios) tiene unas fuertes razones para haber prevalecido en el tiempo, lo cual escapa a la superficialidad de su humor, por lo cual fue muy valorada en su tiempo.
Para empezar, en este momento usted lee sobre El Quijote porque dicha obra recrea diferentes modelos psicológicos. Tenemos desde el guardián idealista, pasando por el hombre práctico, las mujeres interesadas, las lujuriosas, los hombres rústicos, villanos, sometidos, amos, filósofos, cretinos; es decir, toda una gama de personalidades, muy rica y que pareciera haber copiado los diferentes matices del alma humana, están dentro de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. De esta manera, representa también la dualidad del ser humano, la pugna entre el idealismo y el realismo, encarnados respectivamente en Alonso Quijano y Sancho Panza. Pero Cervantes no pintaba en blanco y negro. Cervantes tenía una escala muy variada de grises en el corazón de cada personaje, pues es así como palpita cada ser humano, con sus demonios, sus ángeles y su abanico de contradicciones.
El léxico también es un asunto muy serio. Los filólogos afirman que «sólo en el Quijote Cervantes utiliza 12,372 acepciones. La cantidad de acepciones del Quijote no las posee ningún hombre culto de hoy día: un hombre culto de hoy usa sólo de 5000 a 7000 acepciones.»
Pero estas poderosas razones para que el Quijote siga respirando hasta nuestros días no le costaron a Cervantes solo internarse unas largas horas con sus libros, sino también pagó un precio de sangre. Nuestro genio, llamado El Manco de Lepanto, quien padeció de malaria mientras luchaba en las tropas de Diego Urbina (1571) a bordo de la galera Marquesa, el mismo que recibió «dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda», dejándola inutilizada, estuvo cinco años cautivo en las celdas (baños) de Argel por los corsarios berberiscos. Él regresaba el 26 de setiembre de 1575 en la galera El Sol a España para cobrar sus servicios en la guerra y los intercepta, a la altura de las costas catalanas, el corsario Arnaut Mamí. De allí en adelante, Miguel de Cervantes ejecutó cuatro intentos frustrados de fuga. Pero Hasán Bajá no se decidía a acabar con su vida por dicha osadía, porque los corsarios vieron que El príncipe de los Ingenios había llegado con unas cartas de recomendación hechas por don Juan de Austria y el Duque de Messa. Ellos pensaban —y no se equivocaron— que se trataba de un personaje de mucha valía. Y por el cual podrían cobrar una recompensa muy cuantiosa.
Estos fragmentos épicos de su vida, dejarían una marca de fuego en las letras del autor.
Pero estas poderosas razones para que el Quijote siga respirando hasta nuestros días no le costaron a Cervantes solo internarse unas largas horas con sus libros, sino también pagó un precio de sangre. Nuestro genio, llamado El Manco de Lepanto, quien padeció de malaria mientras luchaba en las tropas de Diego Urbina (1571) a bordo de la galera Marquesa, el mismo que recibió «dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda», dejándola inutilizada, estuvo cinco años cautivo en las celdas (baños) de Argel por los corsarios berberiscos. Él regresaba el 26 de setiembre de 1575 en la galera El Sol a España para cobrar sus servicios en la guerra y los intercepta, a la altura de las costas catalanas, el corsario Arnaut Mamí. De allí en adelante, Miguel de Cervantes ejecutó cuatro intentos frustrados de fuga. Pero Hasán Bajá no se decidía a acabar con su vida por dicha osadía, porque los corsarios vieron que El príncipe de los Ingenios había llegado con unas cartas de recomendación hechas por don Juan de Austria y el Duque de Messa. Ellos pensaban —y no se equivocaron— que se trataba de un personaje de mucha valía. Y por el cual podrían cobrar una recompensa muy cuantiosa.
Estos fragmentos épicos de su vida, dejarían una marca de fuego en las letras del autor.
Algunos estudiosos afirman que esta habría sido la razón por la que Cervantes se convierte en escritor. Dentro de los “baños”, conoce a una multitud de personajes de distintas ideologías y costumbres, de varias razas y credos. Y esa multitud de voces resonarían con ecos poderosos y psicológicos, con la contundencia de las cadenas y el hierro amenazante a la altura del cuello en posteriores obras como Los tratos de Argel, Los Baños de Argel, y un cuento, El Cautivo, que se figura como el génesis de la primera novela moderna, obra cumbre de la literatura española: El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.
El 19 de septiembre de 1580, los trinitarios fray Juan Gil y fray Antón de la Bella pagan el rescate de Cervantes, cuando este ya estaba a punto de ser transportado a Constantinopla. Cervantes regresa Madrid, entabla relaciones con el ambiente literario de aquel entonces, es encarcelado un par de veces más a causa de un asesinato atribuido injustamente a él y por malos manejos administrativos en una hacienda. Su vida alterna, pues, entre el comercio vagabundo y las letras, a las cuales se aboca por completo en los periodos de encierro y al final de sus días, resignado a esa existencia sin fortuna y modesta, muy distinta de la que vivió Lope de Vega y otras figuras del Parnaso Español.
Nos toca señalar entonces el incidente de las fechas de deceso entre Cervantes y Shakespeare. Y este error se le atribuye primero a Víctor Hugo, quien en uno de sus escritos afirma que ambos genios habían muerto en la misma fecha:
«Murió el 23 de abril. Tenía ese día cincuenta y dos años justos, pues había nacido el 23 de abril de 1564. Este mismo día, 23 de abril de 1616, murió Cervantes, genio de la misma altura».
Pero a Víctor Hugo se le olvidó un detalle importantísimo que revelaremos a continuación.
Sucede que en España y en Inglaterra no estaban en vigencia los mismos calendarios. En la Madre Patria ya estaba en boga la corrección del calendario hecha por el Papa Gregorio XIII, en tanto que en el Reino Unido estaba vigente el calendario Juliano, atrasado en once días con respecto al “tiempo real”. Es así que, haciendo los cálculos respectivos, se considera por unanimidad que Shakespeare murió el 4 de mayo de 1616. A pesar de este atrevido acierto de mencionar la palabra unanimidad, aún existe una nebulosa con respecto a la fecha de la muerte de Miguel de Cervantes, pues los criterios manifestados por los eruditos, divididos, señalan al 22 y al 23 de abril como datos correctos.
Es así que Blas Nasarre dio a conocer unas líneas del libro de los difuntos de la Iglesia Parroquial de San Sebastián, donde en el folio doscientos setenta rezaba lo siguiente: «En 23 de abril de 1616 años murió Miguel Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, Calle de León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del Licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias. Mandó dos Misas del alma, y lo demás a voluntad de su mujer, que es Testamentaria, y al Licenciado Francisco Núñez, que vive allí».
Por su parte, don Vicente Escrivá en sus Jornadas de Miguel de Cervantes, escribe: «Fue el tránsito en la madrugada del 23 de abril»; y dos líneas más lejos: «Entierro de pobre, sin pompas ni ceremonia alguna; con el sol amigo batiendo sobre el rostro descubierto».
El 19 de septiembre de 1580, los trinitarios fray Juan Gil y fray Antón de la Bella pagan el rescate de Cervantes, cuando este ya estaba a punto de ser transportado a Constantinopla. Cervantes regresa Madrid, entabla relaciones con el ambiente literario de aquel entonces, es encarcelado un par de veces más a causa de un asesinato atribuido injustamente a él y por malos manejos administrativos en una hacienda. Su vida alterna, pues, entre el comercio vagabundo y las letras, a las cuales se aboca por completo en los periodos de encierro y al final de sus días, resignado a esa existencia sin fortuna y modesta, muy distinta de la que vivió Lope de Vega y otras figuras del Parnaso Español.
Nos toca señalar entonces el incidente de las fechas de deceso entre Cervantes y Shakespeare. Y este error se le atribuye primero a Víctor Hugo, quien en uno de sus escritos afirma que ambos genios habían muerto en la misma fecha:
«Murió el 23 de abril. Tenía ese día cincuenta y dos años justos, pues había nacido el 23 de abril de 1564. Este mismo día, 23 de abril de 1616, murió Cervantes, genio de la misma altura».
Pero a Víctor Hugo se le olvidó un detalle importantísimo que revelaremos a continuación.
Sucede que en España y en Inglaterra no estaban en vigencia los mismos calendarios. En la Madre Patria ya estaba en boga la corrección del calendario hecha por el Papa Gregorio XIII, en tanto que en el Reino Unido estaba vigente el calendario Juliano, atrasado en once días con respecto al “tiempo real”. Es así que, haciendo los cálculos respectivos, se considera por unanimidad que Shakespeare murió el 4 de mayo de 1616. A pesar de este atrevido acierto de mencionar la palabra unanimidad, aún existe una nebulosa con respecto a la fecha de la muerte de Miguel de Cervantes, pues los criterios manifestados por los eruditos, divididos, señalan al 22 y al 23 de abril como datos correctos.
Es así que Blas Nasarre dio a conocer unas líneas del libro de los difuntos de la Iglesia Parroquial de San Sebastián, donde en el folio doscientos setenta rezaba lo siguiente: «En 23 de abril de 1616 años murió Miguel Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, Calle de León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del Licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias. Mandó dos Misas del alma, y lo demás a voluntad de su mujer, que es Testamentaria, y al Licenciado Francisco Núñez, que vive allí».
Por su parte, don Vicente Escrivá en sus Jornadas de Miguel de Cervantes, escribe: «Fue el tránsito en la madrugada del 23 de abril»; y dos líneas más lejos: «Entierro de pobre, sin pompas ni ceremonia alguna; con el sol amigo batiendo sobre el rostro descubierto».
¿Miguel Antonio Caro afirmó: «El Quijote es la obra más seria y la que más hace reír». Ramiro de Maeztu estaba convencido de que esta ha sido una novela idealista escrita por un realista. Jean Cassou nos dice sobre la sonrisa del inmortal Alonso Quijano: «…es la sonrisa de la inteligencia.» Y Rubén Darío, que don Quijote «parla como un arroyo cristalino». Pero la obra va mucho más lejos, pues la joya más preciosa de esta novela me parece el fuego que alberga sobre los bellos ideales del ser humano, como la justicia y la libertad.
Y hace falta un Quijote en estos tiempos.
¿O tal vez una Quijote?
Resulta desolador seguir creyendo que somos unos cuerpos que se balancean con el ritmo de los horarios y nuestras responsabilidades de obreros. Que no hay tiempo para detenernos a pensar ni a respirar del aire filosófico del cosmos. Y vivimos en un estrés infinito que quizás el mismo Miguel de Cervantes había podido vislumbrar en alguna de sus clarividencias de artista, sobre su escritorio, aspirando el olor de la tinta y sus papeles.
El Quijote, pienso, es una novela para todos los tiempos, pero especialmente para este, donde la gente, en su mayoría, ya no sueña con convertirse en titanes y salvar el mundo, sino con transformarse en los villanos que lo corrompen.
Ojalá llegara nuestro héroe subido en Rocinante y se llevara muy lejos a los candidatos de la segunda vuelta, de la perversa y repugnante Derecha, aquí en Perú, y acabara de una vez por todas con esta cloaca organizada de las elecciones.
El corazón de Dulcinea sería vuestro, don Quijote.
¿Se anima?
Y hace falta un Quijote en estos tiempos.
¿O tal vez una Quijote?
Resulta desolador seguir creyendo que somos unos cuerpos que se balancean con el ritmo de los horarios y nuestras responsabilidades de obreros. Que no hay tiempo para detenernos a pensar ni a respirar del aire filosófico del cosmos. Y vivimos en un estrés infinito que quizás el mismo Miguel de Cervantes había podido vislumbrar en alguna de sus clarividencias de artista, sobre su escritorio, aspirando el olor de la tinta y sus papeles.
El Quijote, pienso, es una novela para todos los tiempos, pero especialmente para este, donde la gente, en su mayoría, ya no sueña con convertirse en titanes y salvar el mundo, sino con transformarse en los villanos que lo corrompen.
Ojalá llegara nuestro héroe subido en Rocinante y se llevara muy lejos a los candidatos de la segunda vuelta, de la perversa y repugnante Derecha, aquí en Perú, y acabara de una vez por todas con esta cloaca organizada de las elecciones.
El corazón de Dulcinea sería vuestro, don Quijote.
¿Se anima?