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Ficciones que violentan
Chiclayo, 26 de mayo de 2021
Por Lady Vinces Cruz
Género y televisión nacional
Los elementos visuales, sonoros y auditivos tienen gran relevancia en la producción televisiva, pues se aproximan recursos contextuales, de lenguaje, encajados en un espacio cultural que genera personajes de ficción en referencia a la sociedad o comunidad donde el programa de televisión se está emitiendo. La televisión peruana es muy popular por brindar series a la teleaudiencia de larga vida. Todas estas producciones nacionales son difundidas en horario familiar, es decir, mientras en los hogares se encuentran madres, padres, hijos, hijas, abuelos o tíos que conviven en el mismo espacio.
Una de las últimas series que permaneció en el aire, cerca de ocho años ininterrumpidos, fue Al fondo hay sitio, serie que retrataba las vivencias de dos familias definidas y marcadas por sus condiciones económicas y sociales: una, millonaria de ascendencia limeña, y la otra, migrante de ascendencia andina pero que trata de salir adelante desde el aspecto económico, conviviendo en un barrio de sector urbano. En el caso de esta producción, teniendo como excusa la construcción de una ficción, termina adhiriendo a cada personaje situaciones de machismo, violencia y refuerzo de estereotipos de género, sobre todo en mujeres, quienes, por ejemplo, no estudian y romantizan cada una de sus relaciones de pareja, o son amas de casa que desarrollan absolutamente todas las labores del hogar.
Durante sus ocho años de existencia, la serie ha ofrecido muchísimo material de análisis por los contenidos mencionados, que además son consumidos por la mayoría de los peruanos diariamente.
Una de las últimas series que permaneció en el aire, cerca de ocho años ininterrumpidos, fue Al fondo hay sitio, serie que retrataba las vivencias de dos familias definidas y marcadas por sus condiciones económicas y sociales: una, millonaria de ascendencia limeña, y la otra, migrante de ascendencia andina pero que trata de salir adelante desde el aspecto económico, conviviendo en un barrio de sector urbano. En el caso de esta producción, teniendo como excusa la construcción de una ficción, termina adhiriendo a cada personaje situaciones de machismo, violencia y refuerzo de estereotipos de género, sobre todo en mujeres, quienes, por ejemplo, no estudian y romantizan cada una de sus relaciones de pareja, o son amas de casa que desarrollan absolutamente todas las labores del hogar.
Durante sus ocho años de existencia, la serie ha ofrecido muchísimo material de análisis por los contenidos mencionados, que además son consumidos por la mayoría de los peruanos diariamente.
Con el pasar del tiempo aparecieron más personajes, todos interpretados por actores y actrices de formación, naciendo uno en especial, el cual tomaré como sujeto de análisis desde la perspectiva de género. Hablo de una mujer, migrante del norte, que llega a Lima a ver a su “padrino” (figura masculina de protección paternalista) para que la ayude y brinde un techo donde quedarse. El personaje es la Monsefuana, haciendo una clara alusión al gentilicio de su ascendencia, que refiere a una migrante de la provincia de Chiclayo, del distrito de Monsefú. Montserrat Chafloque —Chafloque es un apellido lambayecano de gran data en la región— es el nombre de la Monsefuana. Cabe señalar que Monsefú es un distrito conocido turísticamente por su producción artesanal, culinaria y dancística (marinera), trabajo mayoritariamente impulsado por mujeres.
A Montserrat Chafloque la terminan echando de la casa de su padrino, casa que él compartía con su familia nuclear: esposa e hijos. ¿Por qué? Por la cercanía a esta figura que, con la continuidad de la interacción entre los dos personajes, culmina en un beso en los labios, situación que la figura masculina acepta y en ningún momento evita, pero que para su entorno familiar es un escándalo, colocándolo como víctima y cargándole toda la culpa a la Monsefuana, a quien piden que se vaya de la casa. Es así que ella se muda al domicilio de la familia vecina, los millonarios, con la condición de trabajar como empleada del hogar, a pesar de contar con una carrera técnica de secretariado —como lo menciona al inicio de su aparición—, instalándose en este nuevo esquema de hogar.
Al personaje se le asigna y fortalece en el estereotipo de empleada del hogar en Lima —entrometida, chismosa, pícara—, quien se prueba a escondidas ropa e indumentaria que usan las dueñas de casa, además de establecer relaciones de cercanía con trabajadores en igualdad de condiciones sociales que ella: agentes de seguridad del barrio o conductores de transporte público. Ubicando a la Monsefuana con todas las características atribuidas a la parte periférica de la sociedad peruana, remarcando su permanencia en la serie de esta manera.
Al personaje se le asigna y fortalece en el estereotipo de empleada del hogar en Lima —entrometida, chismosa, pícara—, quien se prueba a escondidas ropa e indumentaria que usan las dueñas de casa, además de establecer relaciones de cercanía con trabajadores en igualdad de condiciones sociales que ella: agentes de seguridad del barrio o conductores de transporte público. Ubicando a la Monsefuana con todas las características atribuidas a la parte periférica de la sociedad peruana, remarcando su permanencia en la serie de esta manera.
Modelos interseccionales en la ficción
La interseccionalidad es una categoría que analiza distintas construcciones sociales que atraviesan las personas, pasando por dinámicas de privilegios en comparación con otras, entendiendo privilegios como las características físicas, sociales o económicas que hacen la vida más fácil de algunas personas o grupos de personas, pasando desapercibido lo que no se tiene que vivir gracias a estos privilegios. Es así que esta figura de la ficción es representada desde la interseccionalidad, mujer y migrante, migrante distrital, con instrucción técnica, tratada de manera discriminatoria, empezando por su origen. Recordemos que es “la ahijada”, la mujer que debe ser protegida desde niña, y que cuando crece busca a ese protector, que no es su familiar biológico, pero que la apadrinó para cuidarla por un acuerdo con los padres de ella, mostrando claramente la ruptura de ese lazo cuando ambos personajes se besan, un abuso de poder de parte del personaje masculino que usa el sentido de protección para acceder a esa situación, en la que la Monsefuana termina siendo la culpable de todo. Podemos mencionar también la instrucción recibida que se le atribuye, que no es la universitaria, además de acompañar todas sus escenas con una canción donde se destaca exclusivamente su belleza física, vinculada con su procedencia: “mujer norteña, “mujer caliente como el sol”, siendo una clara invitación a mostrarla como un objeto sexualizado solo por el hecho de ser norteña.
Es así que tenemos a una mujer norteña, migrante, con instrucción técnica, sexualizada por su origen y reducida a ser empleada del hogar de una familia adinerada capitalina. Una situación de desigualdad interseccional, llevada a pantallas nacionales y de consumo masivo por niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, sin dar posibilidad a cuestionarla, sino escudándose en el “humor que gusta a todos los peruanos”, etiquetándola como una ficción inofensiva. De esta manera se concibe a un personaje femenino que fortalece estereotipos de género y desigualdad, graficando la conexión de las opresiones: patrones normalizados y transmitidos por los medios de comunicación.
Es así que tenemos a una mujer norteña, migrante, con instrucción técnica, sexualizada por su origen y reducida a ser empleada del hogar de una familia adinerada capitalina. Una situación de desigualdad interseccional, llevada a pantallas nacionales y de consumo masivo por niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, sin dar posibilidad a cuestionarla, sino escudándose en el “humor que gusta a todos los peruanos”, etiquetándola como una ficción inofensiva. De esta manera se concibe a un personaje femenino que fortalece estereotipos de género y desigualdad, graficando la conexión de las opresiones: patrones normalizados y transmitidos por los medios de comunicación.
Ante esto debo señalar que incluso hubo protestas contra la presencia del personaje. En el año 2014 un colectivo del distrito de Monsefú, integrado por mujeres de diversas las edades, realizó un memorial de más de cinco mil firmas, para solicitar el retiro del personaje de la serie, con el siguiente argumento: “denigra y estereotipa negativamente a las mujeres monsefuanas, colocándolas en los peores niveles al presentarla como arribista, intrusa, aprovechada, dependiente e ingenua”. Este colectivo logró reunirse con la productora del canal de televisión y, si bien no retiraron al personaje en cuestión, sí determinaron no volver a llamarla como la Monsefuana, ni relacionarla con su lugar de origen y tampoco volvieron a utilizar la canción que habían compuesto específicamente para ella con ese gentilicio. Un hecho de suma importancia que marca un precedente del trabajo colectivo y organizado para que este tipo de violencias y pedagogías de la discriminación que a diario nos muestra la televisión peruana puedan repensarse, ya que generan y contribuyen a seguir viviendo en un ejercicio de desigualdad sistemática, afectando notablemente el desarrollo y crecimiento —en este caso— de niñas y mujeres de comunidades regionales, en un espacio interseccional.
Prácticas de dominación
Estas prácticas de denominación enraizadas en los medios de comunicación, con mayor precisión entre quienes producen ficciones, generan una identidad cultural nociva, donde fuerzan a los colonizados a aprender la cultura de los colonizadores, a aspirar a ella en todos los campos sociales, a tenerla como objetivo, para no seguir siendo objeto de burla o dejar de ser reducidos a la periferia, al rezago que por una supuesta estructura biológica y social coloca con naturalidad a algunos en una postura inferior con respecto de otros, perpetuándose apoyada en una construcción ideológica de racismo. Es decir, una mujer migrante, norteña, con instrucción técnica, con un supuesto protector masculino, puede ser reducida a servidumbre del hogar por el simple hecho de tener esas características, además de poder ser llamada con un sobrenombre que de manera despectiva refiere a su región de origen.
Los movimientos sociales, activistas, organizaciones civiles y comunitarias podríamos continuar fortaleciendo las causas de nuestras luchas ciudadanas, trabajando con la interseccionalidad como eje central, contemplando las diferentes dimensiones sociales de discriminación que suceden a todo nivel —como ya lo hemos visto— haciendo incidencia en la construcción de políticas públicas que reconozcan estas situaciones, abriendo más posibilidades de diálogo y conquista de derechos para más personas, donde estas luchas ciudadanas se nutran de la academia y viceversa.
El ejercicio de poder de los medios de comunicación en el Perú, en los que predomina la aprobación por lo blanco, atravesado por jerarquías políticas, sociales y de sexo y género, entendiendo por sexo a las características fisiológicas y sexuales con las que nacemos mujeres y hombres, y por género a las ideas, conceptos, normas y comportamientos que la propia sociedad ha establecido para cada uno de los sexos, usando la ficción como argumento para reforzarlas en una sociedad con un alto índice de desigualdad de oportunidades, permite que continúen apareciendo personajes aparentemente inofensivos, cuyo único objetivo es entretenernos, mediante un “humor étnico” que termina violentando a sectores de mujeres que no se sienten representadas por estas ficciones, sino más bien, violentadas y que deben protestar cada vez que se perpetúan estos modelos en televisión nacional.
El ejercicio de poder de los medios de comunicación en el Perú, en los que predomina la aprobación por lo blanco, atravesado por jerarquías políticas, sociales y de sexo y género, entendiendo por sexo a las características fisiológicas y sexuales con las que nacemos mujeres y hombres, y por género a las ideas, conceptos, normas y comportamientos que la propia sociedad ha establecido para cada uno de los sexos, usando la ficción como argumento para reforzarlas en una sociedad con un alto índice de desigualdad de oportunidades, permite que continúen apareciendo personajes aparentemente inofensivos, cuyo único objetivo es entretenernos, mediante un “humor étnico” que termina violentando a sectores de mujeres que no se sienten representadas por estas ficciones, sino más bien, violentadas y que deben protestar cada vez que se perpetúan estos modelos en televisión nacional.
Bibliografía
- Serie Al fondo hay sitio. 2012. Canal de You Tube Al Fondo hay Sitio.
- Canal América TV. 2012. Canal de You Tube América TV.
- Manifiesto de la colectiva del Río Combahee. “Una declaración negra feminista”. Abril de 1977.
- “Al fondo hay sitio: Colectivo pide retiro del personaje la Monsefuana”. Diario Perú21. 9 mar. 2014.
- Segato, Laura Rita. La crítica de la colonialidad en ocho ensayos, y una antropología por demanda. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2015. Impreso.
Sobre Lady Vinces Cruz
Comunicadora social por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, con experiencia en gestión y ejecución de proyectos artísticos-culturales. Productora audiovisual en producciones regionales y nacionales.
Ha trabajado en la jefatura de comunicaciones de instituciones públicas y privadas. Es directora del Cineclub de Lambayeque, espacio independiente y de exhibición alternativa en la región. Actualmente es estudiante de la Maestría en Política Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. |
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