- Quiénes Somos
- Artes Visuales
- Artes Escénicas
- Literatura
-
Secciones
- Cultura vive
- De Propia Vox
- Inusitado fulgor
- Inusitado fulgor: Reseñas
- Directorio cultural
- Barrockeando
- Barranco en Agenda CIX
- Voluntariado en accion
- Agenda CIX: COVID-19
- COVID-19: Demos voz a la esperanza
- #COVIDー19: Eventos
- Testimonios en tiempos del coronavirus
- Trazos en cuarentena
- COVID-19: Múltiples rostros de la incertidumbre >
- COVID-19: Lente en aislamiento
- Silencio Punto Tú
- El PPED está contigo
- Agenda CIX: Elecciones 2018
-
Columnas
- Cultura digital
- Biblioteca digital
- Directorio Digital
- Jota en la palabra
- Los pies entre el cielo y la tierra
- Sublime creatura
- Camara lucida
- Ojos de lagarto
- Enfermedad violeta
- Santo veneno
- De cómo hacer visible lo invisible. Apuntes sobre el teatro
- Tierra de ciegos >
- Linea once
- Mira que bonito
- Fuera de contexto
- Un cronopio me conto
- Todo es ilustrable
- Contacto
Katherine Medina Rondón:
“Me siento muy ajena a la generación a la cual pertenezco”
16 de julio de 2016
Por Roy Alfonso Vega Jácome
Con la franqueza y la potencia volcánica que la caracterizan, la poeta y artista visual arequipeña Katherine Medina Rondón nos habla acerca de su publicación más reciente, Mínima celeste (Transtierros, 2016), y reflexiona en torno a diversos temas literarios y culturales. Fiel a su punzante estilo, no se calla nada.
Fui uno de los primeros lectores de Mínima celeste, y tengo que decir que noto un saludable progreso con respecto a tus dos anteriores publicaciones. ¿Cómo fue el proceso de escritura de este poemario?
Así es y agradezco la lectura. Murmullos y volantes (Aletheya, 2012) es un texto solitario que no me es posible explicar con palabras. Debe ser leído y entendido, y el problema con ese texto es que no es entendido en la dimensión en la que fue creado. Por otro lado, es evidente el distanciamiento que existe entre Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013) y Mínima celeste. Creo que el primero es un texto de enunciación femenina. Aquellos poemas no eran más que una deuda que tenía con mi género, ya que desde muy niña tomé conciencia de la necesidad de lucha y así di a luz a Amor en cuatro actos…, para reforzar la afirmación de que hombres y mujeres podrían ser iguales si las mujeres quisieran esa igualdad.
Mínima celeste es un texto más mío, que concebí a mediados del 2015. En aquel tiempo leía una antología clásica japonesa llamada Cien poetas, cien poemas, la cual influyó mucho en el curso que tomó mi libro. Este discurrió solo, como un río. Yo solo navegué en las palabras.
Los epígrafes iniciales de Shiki y Alberti, me parece, van configurando una poética del verso corto y cargado de imágenes plásticas, muy cercano al haiku y la filosofía oriental. ¿Esta era tu intención desde un inicio?
No sé si fue mi intención desde un inicio. Creo que el texto tomó su curso solo. Al configurar el poemario, noté que no todos los poemas tenían la misma extensión, sino más bien fluyen en mareas altas y bajas. Tengo entendido que el haiku contemporáneo es más libre dentro de la brevedad, y se aproxima a la métrica de 17 moras, pero no he intentado contarlas.
Fui uno de los primeros lectores de Mínima celeste, y tengo que decir que noto un saludable progreso con respecto a tus dos anteriores publicaciones. ¿Cómo fue el proceso de escritura de este poemario?
Así es y agradezco la lectura. Murmullos y volantes (Aletheya, 2012) es un texto solitario que no me es posible explicar con palabras. Debe ser leído y entendido, y el problema con ese texto es que no es entendido en la dimensión en la que fue creado. Por otro lado, es evidente el distanciamiento que existe entre Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013) y Mínima celeste. Creo que el primero es un texto de enunciación femenina. Aquellos poemas no eran más que una deuda que tenía con mi género, ya que desde muy niña tomé conciencia de la necesidad de lucha y así di a luz a Amor en cuatro actos…, para reforzar la afirmación de que hombres y mujeres podrían ser iguales si las mujeres quisieran esa igualdad.
Mínima celeste es un texto más mío, que concebí a mediados del 2015. En aquel tiempo leía una antología clásica japonesa llamada Cien poetas, cien poemas, la cual influyó mucho en el curso que tomó mi libro. Este discurrió solo, como un río. Yo solo navegué en las palabras.
Los epígrafes iniciales de Shiki y Alberti, me parece, van configurando una poética del verso corto y cargado de imágenes plásticas, muy cercano al haiku y la filosofía oriental. ¿Esta era tu intención desde un inicio?
No sé si fue mi intención desde un inicio. Creo que el texto tomó su curso solo. Al configurar el poemario, noté que no todos los poemas tenían la misma extensión, sino más bien fluyen en mareas altas y bajas. Tengo entendido que el haiku contemporáneo es más libre dentro de la brevedad, y se aproxima a la métrica de 17 moras, pero no he intentado contarlas.
En tu poemario, los elementos paratextuales juegan un papel muy importante: la foto intervenida de Kanagawa (cuya simbología del mar está presente en todo el texto), las bellas ilustraciones intercaladas e incluso el formato minimalista del libro, que parece entrar en perfecta consonancia con tu voz poética. Háblame al respecto.
Creo que la esencia de Mínima celeste puede resumirse en una sola imagen: La gran ola, de Kanagawa. Quizás a nuestros ojos occidentales les cueste horrores apreciar que el protagonista del cuadro es el monte Fuji, ya que el resto de la composición no son más que escenas habituales que este monte presenciaba a diario. Mediante la reproducción casi exacta de la forma, el autor probablemente pretendía expresar que ni el mar ni la tierra emergen como realidades separadas, sino que pertenecen a un mismo todo, o bien que el espíritu que mora en la cumbre es capaz de materializarse ubicuamente sin el más mínimo problema.
Se ha pretendido observar en ello un deseo por parte del artista de evidenciar la pequeñez del ser humano frente a la grandeza de lo natural, y esta es la interpretación admitida casi unánimemente por los estudiosos. Pero yo no acabo de comulgar con ella. Por lo que tengo entendido, la confrontación hombre-naturaleza le suena completamente extraña al oído japonés, para el que esta dicotomía resulta imposible, ya que el ser humano es considerado como una parte más de la realidad natural sin autonomía alguna. Podría, por lo tanto, tratarse de todo lo contrario: de un reconocimiento a la vida sacrificada de los pescadores, que deben enfrentarse a peligros para cumplir con su deber.
Digo “reconocimiento” y no “elogio” porque para un japonés tradicional sería inimaginable que alguien no afrontara sus obligaciones; lo contrario supondría caer en vergüenza. Y, si bien nadie le iba a exigir a un pescador que se abriera las tripas por acobardarse ante un mar picado, es muy probable que se le sometiera al ostracismo hasta que demostrara su arrepentimiento de alguna manera tan dramática como inequívoca. De lo contrario, se diría de él que ha sido poseído por el espíritu de la terquedad, y esto sí supone el mayor pecado social para la moralidad tradicional japonesa.
Por ello, para mí las creencias budista del autor en las que se relacionan hombre-naturaleza-Dios favorecen la idea de que los remeros no estuviesen luchando contra la ola, sino discurriendo por el río de la vida. Así, este paisaje sería entendido como un estado del alma, ya que para la mentalidad japonesa, la naturaleza forma parte de nosotros mismos, la esencia.
Por otro lado, las geniales ilustraciones de Alexan Aneyra aportan a la simbología del texto. Creo que ella también entiende esa esencia de la que hablo no solo en su vida cotidiana, sino también en el discurso que arroja a sus pequeños cuadros. Como una curiosidad, quiero contarte que Alexan tiene ascendencia oriental. Quizás si hacemos un análisis semiológico a sus imágenes podríamos encontrar más significados.
Tú, además de poeta, eres fotógrafa, pintora, diseñadora gráfica e incluso tocas uno que otro instrumento musical. ¿En qué medida tus textos dialogan con tus demás prácticas artísticas?
Me abochorna sobremanera que nombres las prácticas artísticas que realizo y mucho más el no poder focalizarme en una sola. Te confieso que mi deleite está en crear, y si tengo un pincel o una tiza pastel entre manos el deleite es más profundo y lo puedo prolongar días, sin descanso ni la necesidad de salir de mi pieza. Creo que mi gusto por la música clásica aportó melodía al texto, el cual escribí íntegramente escuchando a Debussy.
¿La de Katherine Medina es una apuesta por el arte total?
No lo sé, dímelo tú.
¿Te consideras parte de alguna generación en concreto?
Más bien todo lo contrario: me siento muy ajena a la generación a la cual pertenezco.
A veces se piensa que Lima es el centro del universo y se opta por ignorar las movidas de importantes focos culturales como Arequipa, Puno, Huancayo o Huaraz. ¿Qué opinas al respecto?
Ya es hora de descentralizarnos. Lima, la horrible y gris, me ha tratado siempre bien, no puedo quejarme. Sin embargo, el buengentismo, amiguismo y argollismo están presentes en todas las regiones, no solo en la capital.
En las últimas semanas se ha armado una polémica entre la FIL y la Anti-FIL, entre el consumismo mercantilista asociado a la cultura y la ausencia de prácticas que acerquen a los sectores menos favorecidos a las principales manifestaciones artísticas. Como escritora, ¿cuál es tu balance?
No puedo opinar de la FIL de Lima porque no he asistido en los últimos dos años. Solo puedo suponer los problemas que surgen en cuanto al dinamismo burocrático y convenido de esta. Sin embargo, sí puedo decir que felicito a la organización de la Anti-FIL y a todo aquel gestor independiente que ose romper con los parámetros establecidos.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Tengo un poemario a medio gestar titulado Disidencia y las ganas tremendas de realizar mi primera muestra pictórica individual. Además, estoy buscando un maestro para aprender orfebrería, me parece que es uno de los oficios más dignos y nobles.
Katherine Geraldine Medina Rondón (Arequipa, 1994). Poeta y artista visual. Ha publicado Murmullos y volantes (Aletheya, 2012) y Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013). También ha sido incluida en la muestra dinámica de poesía latinoamericana Tea Party III (Cinosargo, 2014). Ha presentado la muestra pictórica bipersonal Comisura en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. Obtuvo el tercer puesto en el género de poesía en el Concurso Jorge Eduardo Eielson (2012) y el cuarto puesto en el Concurso de Cortometrajes del Festival Cinematográfico realizado por la Escuela Profesional de Ciencias de Comunicación de la Universidad Nacional de San Agustín (2014). Asimismo, ha colaborado en diversas revistas, tales como Destiempos modernos, La ira de Morfeo, Con nuestro Perú, Delirium Tremens, Redacción Popular, Letralia, Palabras Diversas, Lucerna, Travesti Fanzine, Agenda CIX y Caleidoscopio.
Creo que la esencia de Mínima celeste puede resumirse en una sola imagen: La gran ola, de Kanagawa. Quizás a nuestros ojos occidentales les cueste horrores apreciar que el protagonista del cuadro es el monte Fuji, ya que el resto de la composición no son más que escenas habituales que este monte presenciaba a diario. Mediante la reproducción casi exacta de la forma, el autor probablemente pretendía expresar que ni el mar ni la tierra emergen como realidades separadas, sino que pertenecen a un mismo todo, o bien que el espíritu que mora en la cumbre es capaz de materializarse ubicuamente sin el más mínimo problema.
Se ha pretendido observar en ello un deseo por parte del artista de evidenciar la pequeñez del ser humano frente a la grandeza de lo natural, y esta es la interpretación admitida casi unánimemente por los estudiosos. Pero yo no acabo de comulgar con ella. Por lo que tengo entendido, la confrontación hombre-naturaleza le suena completamente extraña al oído japonés, para el que esta dicotomía resulta imposible, ya que el ser humano es considerado como una parte más de la realidad natural sin autonomía alguna. Podría, por lo tanto, tratarse de todo lo contrario: de un reconocimiento a la vida sacrificada de los pescadores, que deben enfrentarse a peligros para cumplir con su deber.
Digo “reconocimiento” y no “elogio” porque para un japonés tradicional sería inimaginable que alguien no afrontara sus obligaciones; lo contrario supondría caer en vergüenza. Y, si bien nadie le iba a exigir a un pescador que se abriera las tripas por acobardarse ante un mar picado, es muy probable que se le sometiera al ostracismo hasta que demostrara su arrepentimiento de alguna manera tan dramática como inequívoca. De lo contrario, se diría de él que ha sido poseído por el espíritu de la terquedad, y esto sí supone el mayor pecado social para la moralidad tradicional japonesa.
Por ello, para mí las creencias budista del autor en las que se relacionan hombre-naturaleza-Dios favorecen la idea de que los remeros no estuviesen luchando contra la ola, sino discurriendo por el río de la vida. Así, este paisaje sería entendido como un estado del alma, ya que para la mentalidad japonesa, la naturaleza forma parte de nosotros mismos, la esencia.
Por otro lado, las geniales ilustraciones de Alexan Aneyra aportan a la simbología del texto. Creo que ella también entiende esa esencia de la que hablo no solo en su vida cotidiana, sino también en el discurso que arroja a sus pequeños cuadros. Como una curiosidad, quiero contarte que Alexan tiene ascendencia oriental. Quizás si hacemos un análisis semiológico a sus imágenes podríamos encontrar más significados.
Tú, además de poeta, eres fotógrafa, pintora, diseñadora gráfica e incluso tocas uno que otro instrumento musical. ¿En qué medida tus textos dialogan con tus demás prácticas artísticas?
Me abochorna sobremanera que nombres las prácticas artísticas que realizo y mucho más el no poder focalizarme en una sola. Te confieso que mi deleite está en crear, y si tengo un pincel o una tiza pastel entre manos el deleite es más profundo y lo puedo prolongar días, sin descanso ni la necesidad de salir de mi pieza. Creo que mi gusto por la música clásica aportó melodía al texto, el cual escribí íntegramente escuchando a Debussy.
¿La de Katherine Medina es una apuesta por el arte total?
No lo sé, dímelo tú.
¿Te consideras parte de alguna generación en concreto?
Más bien todo lo contrario: me siento muy ajena a la generación a la cual pertenezco.
A veces se piensa que Lima es el centro del universo y se opta por ignorar las movidas de importantes focos culturales como Arequipa, Puno, Huancayo o Huaraz. ¿Qué opinas al respecto?
Ya es hora de descentralizarnos. Lima, la horrible y gris, me ha tratado siempre bien, no puedo quejarme. Sin embargo, el buengentismo, amiguismo y argollismo están presentes en todas las regiones, no solo en la capital.
En las últimas semanas se ha armado una polémica entre la FIL y la Anti-FIL, entre el consumismo mercantilista asociado a la cultura y la ausencia de prácticas que acerquen a los sectores menos favorecidos a las principales manifestaciones artísticas. Como escritora, ¿cuál es tu balance?
No puedo opinar de la FIL de Lima porque no he asistido en los últimos dos años. Solo puedo suponer los problemas que surgen en cuanto al dinamismo burocrático y convenido de esta. Sin embargo, sí puedo decir que felicito a la organización de la Anti-FIL y a todo aquel gestor independiente que ose romper con los parámetros establecidos.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Tengo un poemario a medio gestar titulado Disidencia y las ganas tremendas de realizar mi primera muestra pictórica individual. Además, estoy buscando un maestro para aprender orfebrería, me parece que es uno de los oficios más dignos y nobles.
Katherine Geraldine Medina Rondón (Arequipa, 1994). Poeta y artista visual. Ha publicado Murmullos y volantes (Aletheya, 2012) y Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013). También ha sido incluida en la muestra dinámica de poesía latinoamericana Tea Party III (Cinosargo, 2014). Ha presentado la muestra pictórica bipersonal Comisura en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. Obtuvo el tercer puesto en el género de poesía en el Concurso Jorge Eduardo Eielson (2012) y el cuarto puesto en el Concurso de Cortometrajes del Festival Cinematográfico realizado por la Escuela Profesional de Ciencias de Comunicación de la Universidad Nacional de San Agustín (2014). Asimismo, ha colaborado en diversas revistas, tales como Destiempos modernos, La ira de Morfeo, Con nuestro Perú, Delirium Tremens, Redacción Popular, Letralia, Palabras Diversas, Lucerna, Travesti Fanzine, Agenda CIX y Caleidoscopio.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional