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Ama, el último recuerdo
Por: Gianfranco Mejía
Ama, el último recuerdo promete sacudir las entrañas de las mujeres que enfrentan la vida matrimonial entre azotes de violencia, que destruye todo a su paso, y deja sólo una frágil línea divisora entre el amor y la apariencia que se debe guardar frente a la demás. Este atrevido unipersonal femenino palpa los bordes más ásperos del amor, el matrimonio y la pasión en la vida de una mujer llamada Lucía. Historia que trasciende a un contexto familiar y social porque ella es ama de casa y al igual que Lucía, su historia se repite en muchas mujeres de Latinoamérica y del mundo.
Su padre murió cuando Lucía tenía 5 años. A los 17 años se casó con un médico gordo y feo, sin opción a elegir, impulsada por su madre. Los mejores años de su vida se fueron inadvertidos como el tic tac del tiempo, sin avisar, sin tregua. Y nunca tuvo hijos por temor a ser como su madre. Le tocó vivir la dictadura militar en Chile. Formó parte de las pocas familias que se enriquecieron con el régimen dictatorial, pero que al finalizar en los años 90, comenzará a experimentar los azotes de la pobreza – sólo le queda un collar de perlas que guarda con celo y del cual no piensa desprenderse - y los ataques de su marido: un médico sádico que sirvió al gobierno militar practicando torturas a inocentes.
No le gusta la lluvia ni el sonido que produce al caer porque le recuerda a las lágrimas que primero aparecen como una pequeña garúa sobre el rostro, hasta convertirse en una lluvia torrencial que la empapa de cuerpo entero. Y el llanto que guarda en lo más hondo de su ser, incontenible, lo camufla entre risas y carcajadas porque hay temas de los cuales no hablan las mujeres; porque guardar las apariencias es la farsa que las amas de casa deben practicar y montar frente a los demás para hacerlos pensar que todo marcha bien dentro de su matrimonio y que vivirán con sus esposos juntos y felices para siempre.
Su padre murió cuando Lucía tenía 5 años. A los 17 años se casó con un médico gordo y feo, sin opción a elegir, impulsada por su madre. Los mejores años de su vida se fueron inadvertidos como el tic tac del tiempo, sin avisar, sin tregua. Y nunca tuvo hijos por temor a ser como su madre. Le tocó vivir la dictadura militar en Chile. Formó parte de las pocas familias que se enriquecieron con el régimen dictatorial, pero que al finalizar en los años 90, comenzará a experimentar los azotes de la pobreza – sólo le queda un collar de perlas que guarda con celo y del cual no piensa desprenderse - y los ataques de su marido: un médico sádico que sirvió al gobierno militar practicando torturas a inocentes.
No le gusta la lluvia ni el sonido que produce al caer porque le recuerda a las lágrimas que primero aparecen como una pequeña garúa sobre el rostro, hasta convertirse en una lluvia torrencial que la empapa de cuerpo entero. Y el llanto que guarda en lo más hondo de su ser, incontenible, lo camufla entre risas y carcajadas porque hay temas de los cuales no hablan las mujeres; porque guardar las apariencias es la farsa que las amas de casa deben practicar y montar frente a los demás para hacerlos pensar que todo marcha bien dentro de su matrimonio y que vivirán con sus esposos juntos y felices para siempre.
Solo se tienen marido y mujer, a nadie más les importan en un país del cual Lucía quiso huir hace tiempo, cuando aún tenía oportunidad. Pero la osadía y la toma de decisiones no les está permitida a las amas de casa que permanecen sometidas bajo estereotipos: el lugar de la mujer es el hogar y la maternidad su responsabilidad, para los hombres el trabajo y la guerra. Esta privación, este silencio amargo de callar se ha convertido en sentimiento de culpa que trastoca la mente de Lucía y la enferma, arrebata su pasión por vivir y la cordura, impulsándola a tentar a la muerte y a considerar el suicidio como una amenaza o acaso una salvación. Pero al final sólo un grito sordo y mudo responde al ardor de la impotencia y una interrogante que promete paz tras hallar su respuesta: ¿qué se ama cuándo se ama, la luz terrible de la vida o la luz terrible de la muerte?
Valeria Salomé Martínez es la actriz chilena de la Compañía Reverso Teatro que encarna a Lucía: “…el tema de la mujer, como artista, lo quise desarrollar en un trabajo unipersonal porque fue en un momento en el cual necesitaba decir, hacer. Estaba muy enojada con el mundo y traté de canalizar todo eso en un trabajo para que pudiera ser visto, pudiera ser comentado, para que pudiera ser repudiado también por algunas personas, porque la idea del teatro no sólo es agradar, sino también provocar” comenta. Trabajó sobre este personaje cuatro meses bajo la dirección y dramaturgia de Carola Soto Monsalve.
La obra se desarrolla en un escenario donde el tiempo se ralentiza, hasta detenerse por momentos, entre la realidad y el espacio onírico. Valeria utiliza la fuerza de su cuerpo y la potencia de su voz para dar vida a Lucía y contar su historia que es dura y que refleja la vida de muchas mujeres en una puesta en escena – que a pesar del tema – arrebata la risa de los espectadores por momentos. Sin duda alguna Ama, el último recuerdo es una obra que no me cansaría de verla y recomendaría a mujeres y hombres, porque este es un teatro comprometido, provocador, y revolucionario.
Gianfranco Mejía publicó Ama, el último recuerdo el 9 de julio de 2016 en Agenda CIX.
Valeria Salomé Martínez es la actriz chilena de la Compañía Reverso Teatro que encarna a Lucía: “…el tema de la mujer, como artista, lo quise desarrollar en un trabajo unipersonal porque fue en un momento en el cual necesitaba decir, hacer. Estaba muy enojada con el mundo y traté de canalizar todo eso en un trabajo para que pudiera ser visto, pudiera ser comentado, para que pudiera ser repudiado también por algunas personas, porque la idea del teatro no sólo es agradar, sino también provocar” comenta. Trabajó sobre este personaje cuatro meses bajo la dirección y dramaturgia de Carola Soto Monsalve.
La obra se desarrolla en un escenario donde el tiempo se ralentiza, hasta detenerse por momentos, entre la realidad y el espacio onírico. Valeria utiliza la fuerza de su cuerpo y la potencia de su voz para dar vida a Lucía y contar su historia que es dura y que refleja la vida de muchas mujeres en una puesta en escena – que a pesar del tema – arrebata la risa de los espectadores por momentos. Sin duda alguna Ama, el último recuerdo es una obra que no me cansaría de verla y recomendaría a mujeres y hombres, porque este es un teatro comprometido, provocador, y revolucionario.
Gianfranco Mejía publicó Ama, el último recuerdo el 9 de julio de 2016 en Agenda CIX.