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Manifiesto de Miguel Ildefonso
*Manifiesto de Miguel Ildefonso. Hanan Harawi Editores. 2016.
Hildebrando Pérez Grande
En el río de la poesía peruana de nuestros días, Manifiesto se inscribe en uno de los discursos que enriquece notablemente una de las corrientes que pasando permanecen y que evidencian con la mayor transparencia la diversidad cultural que nos sostiene y nos otorga un sentido de pertenencia. Si consideramos previamente La oda al jet (Arguedas, 1966) y Entre el wamani y la carretilla (Martínez, 1993), Manifiesto, de Miguel Ildefonso (Lima, 1970), es la consagración de una poética que trata de verbalizar, más allá del canon compartido y asumiendo todos los riesgos, los encuentros (y desencuentros), los hallazgos y extravíos y las tensiones y búsquedas de una sociedad múltiple con un fuerte y a ratos negado sustrato andino por el espejismo de modernidad.
Desde Vestigios (1999) hasta Manifiesto, Miguel Ildefonso nos deslumbra y conmueve por la refinada versatilidad de su escritura y sobre todo porque su relato poético no sólo recrea la vida que transcurre desde el Río Grande hasta el Rímac, sino porque pone en evidencia, con el mayor lirismo posible y con impactantes visiones ecuménicas, los avatares y esperanzas de la condición humana.
Carolina Fernández
Si “la única función de la palabra es acabar con el hambre”, ¿cómo destruir el lenguaje de la muerte? La búsqueda de la verdad está en la convivencia, en ese fluir entre la vida y la muerte, en la solidaridad en el presente y no en el horizonte utópico, porque “lo real no es el hombre si no los ríos”, “¿pero cuán real es el tiempo y en qué medida puedo destruirlo?” Manifiesto, uno de los poemarios más notables del poeta Miguel Ildefonso, no es un itinerario del pasado, es un viaje que transgrede con maestría el espacio y el tiempo en la convivencia cotidiana, en la búsqueda del reencuentro con el rumor de la madre, reencuentro ancestral con la arquitectura de la piedra, el lenguaje del conocimiento que subyace en las entrañas del cuerpo y el territorio ajenos a los designios del padre encarnado en la nación.
Hildebrando Pérez Grande
En el río de la poesía peruana de nuestros días, Manifiesto se inscribe en uno de los discursos que enriquece notablemente una de las corrientes que pasando permanecen y que evidencian con la mayor transparencia la diversidad cultural que nos sostiene y nos otorga un sentido de pertenencia. Si consideramos previamente La oda al jet (Arguedas, 1966) y Entre el wamani y la carretilla (Martínez, 1993), Manifiesto, de Miguel Ildefonso (Lima, 1970), es la consagración de una poética que trata de verbalizar, más allá del canon compartido y asumiendo todos los riesgos, los encuentros (y desencuentros), los hallazgos y extravíos y las tensiones y búsquedas de una sociedad múltiple con un fuerte y a ratos negado sustrato andino por el espejismo de modernidad.
Desde Vestigios (1999) hasta Manifiesto, Miguel Ildefonso nos deslumbra y conmueve por la refinada versatilidad de su escritura y sobre todo porque su relato poético no sólo recrea la vida que transcurre desde el Río Grande hasta el Rímac, sino porque pone en evidencia, con el mayor lirismo posible y con impactantes visiones ecuménicas, los avatares y esperanzas de la condición humana.
Carolina Fernández
Si “la única función de la palabra es acabar con el hambre”, ¿cómo destruir el lenguaje de la muerte? La búsqueda de la verdad está en la convivencia, en ese fluir entre la vida y la muerte, en la solidaridad en el presente y no en el horizonte utópico, porque “lo real no es el hombre si no los ríos”, “¿pero cuán real es el tiempo y en qué medida puedo destruirlo?” Manifiesto, uno de los poemarios más notables del poeta Miguel Ildefonso, no es un itinerario del pasado, es un viaje que transgrede con maestría el espacio y el tiempo en la convivencia cotidiana, en la búsqueda del reencuentro con el rumor de la madre, reencuentro ancestral con la arquitectura de la piedra, el lenguaje del conocimiento que subyace en las entrañas del cuerpo y el territorio ajenos a los designios del padre encarnado en la nación.
Paolo de Lima
Miguel Ildefonso es el autor peruano más significativo surgido con posterioridad a 1990. Se trata de una importancia avalada no solo por la obtención de los premios literarios más acreditados del país, sino también por la opinión de cientos de “lectores comunes”, para decirlo con Virginia Woolf, que lo han venido siguiendo tanto en sus libros como en sus apariciones públicas a través de recitales, congresos y festivales. A lo largo de su obra literaria, conformada por cerca de veinte títulos, entre poemarios, cuentos y novelas, sin dejar de considerar sus acercamientos críticos, Ildefonso ha venido configurando una propuesta singular que reflexiona sobre el quehacer escritural, la identidad (personal en lo nacional) y el lugar del mundo contemporáneo frente al destino humano. En esta nueva entrega, Manifiesto, el autor profundiza, de la mano de la meditación sobre el rol de la poesía, una línea discursiva que es prácticamente su marca más visible y lograda: la representación del sujeto migrante en su citadina épica cotidiana. Tomando como interlocutor a Felipe Guamán Poma de Ayala, cuya Nueva crónica y buen gobierno cumple cuatrocientos años, Ildefonso ha construido un deslumbrante libro pleno de sentido en el que “la música de los Andes/ baja de los ómnibus/ alistando la toma de tierras”.
Miguel Ildefonso es el autor peruano más significativo surgido con posterioridad a 1990. Se trata de una importancia avalada no solo por la obtención de los premios literarios más acreditados del país, sino también por la opinión de cientos de “lectores comunes”, para decirlo con Virginia Woolf, que lo han venido siguiendo tanto en sus libros como en sus apariciones públicas a través de recitales, congresos y festivales. A lo largo de su obra literaria, conformada por cerca de veinte títulos, entre poemarios, cuentos y novelas, sin dejar de considerar sus acercamientos críticos, Ildefonso ha venido configurando una propuesta singular que reflexiona sobre el quehacer escritural, la identidad (personal en lo nacional) y el lugar del mundo contemporáneo frente al destino humano. En esta nueva entrega, Manifiesto, el autor profundiza, de la mano de la meditación sobre el rol de la poesía, una línea discursiva que es prácticamente su marca más visible y lograda: la representación del sujeto migrante en su citadina épica cotidiana. Tomando como interlocutor a Felipe Guamán Poma de Ayala, cuya Nueva crónica y buen gobierno cumple cuatrocientos años, Ildefonso ha construido un deslumbrante libro pleno de sentido en el que “la música de los Andes/ baja de los ómnibus/ alistando la toma de tierras”.
Felipe Guamán Poma de Ayala
(Fragmento)
--- de lejos veo el paso lento de las vicuñas
las tierras donde perdí mi memoria ahora son
el barro salpicado en amargo dolor en sordo
zumbido de la batalla y los cadáveres sin enterrar
de lejos veo legiones de nubes negras que se reúnen
lo de arriba no es más duradero que el mate caliente
el futuro eso que era el tiempo ahora resbala
como lluvia en el cementerio
porque el futuro es ese perro muerto junto a la pista
hinchado aún caliente
pero bien pudo ser cualquier cosa aún caliente
porque todo está en el presente
y todo es el centro de sí mismo
--- vivir el largo despido hacia la muerte
las altas cumbres que vi con cierta esperanza
mientras camiones se veían en las madrugadas
la anciana que cierra la puerta
tomar un caldo de cabeza caliente con ají
y los dioses que andan borrachos con sus armas
pero qué tranquilidad es la muerte
la plaza donde mataron a Túpac Amaru
donde puse mi nombre a una estrella y me conformé
de que sea la estrella muerta
vivir con las aguas que caen como un chubasco
pequeños ríos ramas montañas
donde abandonar el alma ruin como el grito
de un animal sacrificado y el amor más simple
y con la voluptuosidad del maíz del rocío la nieve
nubes sobre los caminos yertos
cerrados horizontes como un cuchillo
morir para no morir después
era el paisaje y era el que lo miraba
ambos como hermanados con la imposibilidad
de la palabra: ahora ni siquiera el silencio
--- es la hora del párpado sobre las malas Hierbas
Heladas y la oscura pasión de los gallos como alma
en pena deseando que no llueva para no mojarme
lo que me queda luces que se encienden humo del café
la leña que es dios por fin hallado como extranjero
busco refugio en la tienda el frágil calor de los pocillos
la mesa de tantos viajes que conducen al mismo sitio
la leña ardiendo de llanto la leña de humo que busca
calor en su seno como una madre
--- el lenguaje – que poco ayuda – es un gato muerto
a un lado de la pista
una anciana camina en la calle desierta
lleva una canasta y frutas envueltas en mantel blanco
el liviano paso de la tarde me dice que he desperdiciado
mi vida en el lenguaje que se pregunta por qué hAy
poca gente aquí pero como todo está lleno
de preguntas no hallo el esperado maullido
al ras de las paredes o las ventanas
sólo brillan los vidrios partidos de las botellas
y sólo hay voluntad en el sueño que ha comido el gato
cuando estaba vivo
yo sé de estas cosas que no afectan a nadie
a veces es difícil expresarlo sin amor
como esa pequeña anciana que se aleja de todo esto
--- ¿cuán real es este tiempo y en qué medida
puedo destruirlo?
la única función de la palabra es acabar con el hambre
mastico hojas de coca hasta sacarles su jugo
aquí puedo hacer el amor cerca al río
puedo construir una casa al pie de un gran cerro
cortar leña hacer la chacra sin más religión
que las canciones que saldrían de mi boca
¿pero cuán real es el tiempo y en qué medida
puedo destruirlo?
*Publicado en Agenda CIX el 22 de junio de 2016.
(Fragmento)
--- de lejos veo el paso lento de las vicuñas
las tierras donde perdí mi memoria ahora son
el barro salpicado en amargo dolor en sordo
zumbido de la batalla y los cadáveres sin enterrar
de lejos veo legiones de nubes negras que se reúnen
lo de arriba no es más duradero que el mate caliente
el futuro eso que era el tiempo ahora resbala
como lluvia en el cementerio
porque el futuro es ese perro muerto junto a la pista
hinchado aún caliente
pero bien pudo ser cualquier cosa aún caliente
porque todo está en el presente
y todo es el centro de sí mismo
--- vivir el largo despido hacia la muerte
las altas cumbres que vi con cierta esperanza
mientras camiones se veían en las madrugadas
la anciana que cierra la puerta
tomar un caldo de cabeza caliente con ají
y los dioses que andan borrachos con sus armas
pero qué tranquilidad es la muerte
la plaza donde mataron a Túpac Amaru
donde puse mi nombre a una estrella y me conformé
de que sea la estrella muerta
vivir con las aguas que caen como un chubasco
pequeños ríos ramas montañas
donde abandonar el alma ruin como el grito
de un animal sacrificado y el amor más simple
y con la voluptuosidad del maíz del rocío la nieve
nubes sobre los caminos yertos
cerrados horizontes como un cuchillo
morir para no morir después
era el paisaje y era el que lo miraba
ambos como hermanados con la imposibilidad
de la palabra: ahora ni siquiera el silencio
--- es la hora del párpado sobre las malas Hierbas
Heladas y la oscura pasión de los gallos como alma
en pena deseando que no llueva para no mojarme
lo que me queda luces que se encienden humo del café
la leña que es dios por fin hallado como extranjero
busco refugio en la tienda el frágil calor de los pocillos
la mesa de tantos viajes que conducen al mismo sitio
la leña ardiendo de llanto la leña de humo que busca
calor en su seno como una madre
--- el lenguaje – que poco ayuda – es un gato muerto
a un lado de la pista
una anciana camina en la calle desierta
lleva una canasta y frutas envueltas en mantel blanco
el liviano paso de la tarde me dice que he desperdiciado
mi vida en el lenguaje que se pregunta por qué hAy
poca gente aquí pero como todo está lleno
de preguntas no hallo el esperado maullido
al ras de las paredes o las ventanas
sólo brillan los vidrios partidos de las botellas
y sólo hay voluntad en el sueño que ha comido el gato
cuando estaba vivo
yo sé de estas cosas que no afectan a nadie
a veces es difícil expresarlo sin amor
como esa pequeña anciana que se aleja de todo esto
--- ¿cuán real es este tiempo y en qué medida
puedo destruirlo?
la única función de la palabra es acabar con el hambre
mastico hojas de coca hasta sacarles su jugo
aquí puedo hacer el amor cerca al río
puedo construir una casa al pie de un gran cerro
cortar leña hacer la chacra sin más religión
que las canciones que saldrían de mi boca
¿pero cuán real es el tiempo y en qué medida
puedo destruirlo?
*Publicado en Agenda CIX el 22 de junio de 2016.