- Quiénes Somos
- Artes Visuales
- Artes Escénicas
- Literatura
-
Secciones
- Cultura vive
- De Propia Vox
- Inusitado fulgor
- Inusitado fulgor: Reseñas
- Directorio cultural
- Barrockeando
- Barranco en Agenda CIX
- Voluntariado en accion
- Agenda CIX: COVID-19
- COVID-19: Demos voz a la esperanza
- #COVIDー19: Eventos
- Testimonios en tiempos del coronavirus
- Trazos en cuarentena
- COVID-19: Múltiples rostros de la incertidumbre >
- COVID-19: Lente en aislamiento
- Silencio Punto Tú
- El PPED está contigo
- Agenda CIX: Elecciones 2018
-
Columnas
- Cultura digital
- Biblioteca digital
- Directorio Digital
- Jota en la palabra
- Los pies entre el cielo y la tierra
- Sublime creatura
- Camara lucida
- Ojos de lagarto
- Enfermedad violeta
- Santo veneno
- De cómo hacer visible lo invisible. Apuntes sobre el teatro
- Tierra de ciegos >
- Linea once
- Mira que bonito
- Fuera de contexto
- Un cronopio me conto
- Todo es ilustrable
- Contacto
Pablo Tur: “Todo cambio es una especie de muerte y
ojala, de renacimiento”
6 de noviembre de 2016
Por Matilde Granados
Entrevista realizada al actor y director teatral Pablo Tur, ad portas de su viaje de retorno a su país natal, Argentina.
¿Cómo ha sido tu estancia en la ciudad de Chiclayo?
Llegué a Chiclayo con una aventura en mente: poner un negocio, un restaurante, algo totalmente nuevo para mí. La primera vez que vi a Chiclayo fue hace muchos años desde un avión que venía de Iquitos. Me llamó la atención el desierto y en ese momento, las casas bajas. Luego conocí el campo, Pucalá y la playa. Vine muchas veces de turista hasta que algo, un impulso, quizás una intuición, me movió a radicarme aquí. Al principio todo fue luz nueva, aventura, ímpetu e impulso, tierra nueva. Vivía en Pimentel y había recuperado la playa de mi adolescencia puertorriqueña, hasta que algo muy duro para mí ocurrió allí que me ennegreció el cielo. Pero ya estaba instalado, y luché y aprendí mucho. Hay algo del impulso peruano, del hacer o sentir peruano, que no podría definir bien qué es, pero que siempre me atrajo y del que me he nutrido estos años. También encontré que ciertos aspectos de la media de la sociedad son algo cerrados o demasiado aferrados para mi personalidad, pero creo que este contraste me dio más claridad sobre mí mismo y además me he encontrado excepciones con las que me he comunicado y trabajado muy bien.
¿En relación con el teatro que has podido experimentar durante este tiempo?
Exploración y entretejido, explorar y entretejer, son las dos palabras que siento sintetizan mi experiencia peruana en lo teatral, en lo artístico. Un primer trabajo de dirección, a Oscar Spinola en el monólogo adaptado por él, La Última Tarde, entretejiendo a Bolívar y Manuela Sáenz en el cuerpo del actor resultó anticipar lo que vendría después. Con Oscar tejimos una relación de tanta confianza entre actor y director que nuestros ensayos eran sesiones de búsqueda, a veces, sin resultados. Pero la confianza mutua y la disciplina de trabajo nos ayudaron a ir desplegando un trabajo de exploración entre el actor, el director y el material en sí. Ya había trabajado en procesos de exploración y búsqueda de un material en Argentina, en dos creaciones colectivas que dirigí y en algunas obras en donde el trabajo de los actores funcionaba como las puntas de la búsqueda para el director y o el dramaturgo. Pero nunca había trabajado el unipersonal. Y de hecho después lo seguí trabajando como performer para las propuestas del Diantre que fueron otra riquísima zona de exploración y entretejido para mí: el mundo de los boleros entramado con la poesía de Vallejo y Blanca Varela entre otros en las primeras; la voz cantada desde el actor-performer; el mundo del “bio drama” como se llamó en Argentina en donde escenas autobiográficas se entramaban en un juego ficcional, el mundo del machismo y la relación con la mujer intelectual e independiente desde la ironía: recuerdo particularmente una escena en la que hice cantar a todo un auditorio de hombres y mujeres la canción “Bendita sea mi mama por haberme parido macho”. El encuentro con el público fue verdadera celebración para mí. Y desde allí creo que hice pie para animarme a mi primera (y quizás única) obra de teatro: Insomnio, un juego psico-cómico-trágico que originé a partir del imaginario expresivo de tres actores: Oscar Spinola, Nevenka Waltersdorfer y yo mismo, que me trajo tanto en su estreno como en sus giras y reestreno muchas y plenas satisfacciones también en cuanto a un encuentro casi celebratorio con el público, incluso con la sorpresa de que un material aparentemente tan neurótico y rioplatense para mí fuera procesado por un público heterogéneo en cuanto a edades y raíces sociales en Huancayo y Piura. Como me pasó en Argentina, en un momento me dije, ahora es hora de trabajar para otros, y tuve suerte. Trabajé obras más “clásicas” y decididamente bien escritas como Dinosaurios, El cruce del Niágara y ahora la obra de Vargas Llosa de próximo estreno y me di el gusto también de algo que es particularmente caro para mí, experimentar como actor en dramaturgias nuevas y quizás no tan instaladas ni aceptadas y reconocidas: Ata2 de Carlos Mendoza y dos monólogos escritos por Paco Echeandia Cevallos. Uno de ellos a pedido mío y el otro, que explora la mirada crítica, pero amante y comprometida de un extranjero sobre Chiclayo que me comprometió aún más con el vivir aquí y que además implicó una experiencia también muy cara para mí, generar un espacio teatral en mi propia casa -ya lo había hecho en Argentina-, pero aquí creo que resultó aún más grato y novedoso y tendré el gusto de volverlo a repetir con el estreno de Ojos bonitos, cuadros feos la obra que estamos ensayando, también bajo la dirección de Paco. La verdad que releo rápidamente lo que acabo de relatar y me siento pleno y agradecido con todos los materiales, propuestas y personas con las que trabajé. Y a eso encima agrego algo también muy caro para mí, la transmisión de todo lo que fui y voy experimentando a otros, en talleres de actuación que di en la DDC y por mi cuenta. Pleno y agradecido, sí, así me voy del Perú en este sentido.
¿Cómo ha sido tu vínculo con otros artistas de la ciudad?
Retomo lo anterior: pleno y agradecido. Y bueno. Desde Oscar Spinola que un día llegó a mí restaurante con el texto de La Última Tarde, Matilde Granados que también llegó a mi restaurante otro día para proponerme hacer una performance en el Diantre (debut y casi despedida en Chiclayo, la última fue hace pocos días). Liz Moreno que me llamó para leer el texto de Santiago Serrano Dinosaurios con el que también tuvimos una experiencia de celebración y encuentro con el público aquí y en Lima, Tumbes, en Ecuador y Colombia. Carlos Mendoza que hace muchos años una vez fue como cliente a mi restaurante, lo atendí y le dije: “tú me vas a dirigir en algún momento”. Me miró con incrédula sonrisa y luego años después me dirigió en Ata2 y en El cruce del Niágara, experiencias gratas para mí. Nevenka Waltersdorfer a quien vi primero en performances con su poesía y que luego nutrió el imaginario de Azul, el personaje femenino de Insomnio. Perla Cortez, Rubén Villegas y Lady Vinces con los que trabajé en Ata2. Y luego Paco Echeandia Cevallos, con quien en el último año he desarrollado una relación de búsqueda y confianza, de apertura y exploración que me resulta particularmente rica, a través de dos monólogos que escribió y dirigió y en la obra de Vargas Llosa que estamos ensayando. Y por último, los jóvenes, de los que tanto aprendo y me nutro: jóvenes actores, estudiantes de actuación como José Ordoñez, Ali Cabanillas, Delia Yakoy Herrera. Y los jóvenes del grupo Cercle a los que dirigí en Toc Toc, con los que desarrollé un vínculo de mutua confianza y estimulación que ha resultado ser una especie de regalo que me dio Chiclayo en mi último año aquí. Estos jóvenes son en su mayoría estudiantes de la carrera de artes escénicas de la UNPRG, que más allá de las dificultades de su implementación y funcionamiento es toda una novedad en Chiclayo. Vuelvo a releer y me vuelvo a decir: gracias, me siento pleno.
¿Cómo ha sido tu estancia en la ciudad de Chiclayo?
Llegué a Chiclayo con una aventura en mente: poner un negocio, un restaurante, algo totalmente nuevo para mí. La primera vez que vi a Chiclayo fue hace muchos años desde un avión que venía de Iquitos. Me llamó la atención el desierto y en ese momento, las casas bajas. Luego conocí el campo, Pucalá y la playa. Vine muchas veces de turista hasta que algo, un impulso, quizás una intuición, me movió a radicarme aquí. Al principio todo fue luz nueva, aventura, ímpetu e impulso, tierra nueva. Vivía en Pimentel y había recuperado la playa de mi adolescencia puertorriqueña, hasta que algo muy duro para mí ocurrió allí que me ennegreció el cielo. Pero ya estaba instalado, y luché y aprendí mucho. Hay algo del impulso peruano, del hacer o sentir peruano, que no podría definir bien qué es, pero que siempre me atrajo y del que me he nutrido estos años. También encontré que ciertos aspectos de la media de la sociedad son algo cerrados o demasiado aferrados para mi personalidad, pero creo que este contraste me dio más claridad sobre mí mismo y además me he encontrado excepciones con las que me he comunicado y trabajado muy bien.
¿En relación con el teatro que has podido experimentar durante este tiempo?
Exploración y entretejido, explorar y entretejer, son las dos palabras que siento sintetizan mi experiencia peruana en lo teatral, en lo artístico. Un primer trabajo de dirección, a Oscar Spinola en el monólogo adaptado por él, La Última Tarde, entretejiendo a Bolívar y Manuela Sáenz en el cuerpo del actor resultó anticipar lo que vendría después. Con Oscar tejimos una relación de tanta confianza entre actor y director que nuestros ensayos eran sesiones de búsqueda, a veces, sin resultados. Pero la confianza mutua y la disciplina de trabajo nos ayudaron a ir desplegando un trabajo de exploración entre el actor, el director y el material en sí. Ya había trabajado en procesos de exploración y búsqueda de un material en Argentina, en dos creaciones colectivas que dirigí y en algunas obras en donde el trabajo de los actores funcionaba como las puntas de la búsqueda para el director y o el dramaturgo. Pero nunca había trabajado el unipersonal. Y de hecho después lo seguí trabajando como performer para las propuestas del Diantre que fueron otra riquísima zona de exploración y entretejido para mí: el mundo de los boleros entramado con la poesía de Vallejo y Blanca Varela entre otros en las primeras; la voz cantada desde el actor-performer; el mundo del “bio drama” como se llamó en Argentina en donde escenas autobiográficas se entramaban en un juego ficcional, el mundo del machismo y la relación con la mujer intelectual e independiente desde la ironía: recuerdo particularmente una escena en la que hice cantar a todo un auditorio de hombres y mujeres la canción “Bendita sea mi mama por haberme parido macho”. El encuentro con el público fue verdadera celebración para mí. Y desde allí creo que hice pie para animarme a mi primera (y quizás única) obra de teatro: Insomnio, un juego psico-cómico-trágico que originé a partir del imaginario expresivo de tres actores: Oscar Spinola, Nevenka Waltersdorfer y yo mismo, que me trajo tanto en su estreno como en sus giras y reestreno muchas y plenas satisfacciones también en cuanto a un encuentro casi celebratorio con el público, incluso con la sorpresa de que un material aparentemente tan neurótico y rioplatense para mí fuera procesado por un público heterogéneo en cuanto a edades y raíces sociales en Huancayo y Piura. Como me pasó en Argentina, en un momento me dije, ahora es hora de trabajar para otros, y tuve suerte. Trabajé obras más “clásicas” y decididamente bien escritas como Dinosaurios, El cruce del Niágara y ahora la obra de Vargas Llosa de próximo estreno y me di el gusto también de algo que es particularmente caro para mí, experimentar como actor en dramaturgias nuevas y quizás no tan instaladas ni aceptadas y reconocidas: Ata2 de Carlos Mendoza y dos monólogos escritos por Paco Echeandia Cevallos. Uno de ellos a pedido mío y el otro, que explora la mirada crítica, pero amante y comprometida de un extranjero sobre Chiclayo que me comprometió aún más con el vivir aquí y que además implicó una experiencia también muy cara para mí, generar un espacio teatral en mi propia casa -ya lo había hecho en Argentina-, pero aquí creo que resultó aún más grato y novedoso y tendré el gusto de volverlo a repetir con el estreno de Ojos bonitos, cuadros feos la obra que estamos ensayando, también bajo la dirección de Paco. La verdad que releo rápidamente lo que acabo de relatar y me siento pleno y agradecido con todos los materiales, propuestas y personas con las que trabajé. Y a eso encima agrego algo también muy caro para mí, la transmisión de todo lo que fui y voy experimentando a otros, en talleres de actuación que di en la DDC y por mi cuenta. Pleno y agradecido, sí, así me voy del Perú en este sentido.
¿Cómo ha sido tu vínculo con otros artistas de la ciudad?
Retomo lo anterior: pleno y agradecido. Y bueno. Desde Oscar Spinola que un día llegó a mí restaurante con el texto de La Última Tarde, Matilde Granados que también llegó a mi restaurante otro día para proponerme hacer una performance en el Diantre (debut y casi despedida en Chiclayo, la última fue hace pocos días). Liz Moreno que me llamó para leer el texto de Santiago Serrano Dinosaurios con el que también tuvimos una experiencia de celebración y encuentro con el público aquí y en Lima, Tumbes, en Ecuador y Colombia. Carlos Mendoza que hace muchos años una vez fue como cliente a mi restaurante, lo atendí y le dije: “tú me vas a dirigir en algún momento”. Me miró con incrédula sonrisa y luego años después me dirigió en Ata2 y en El cruce del Niágara, experiencias gratas para mí. Nevenka Waltersdorfer a quien vi primero en performances con su poesía y que luego nutrió el imaginario de Azul, el personaje femenino de Insomnio. Perla Cortez, Rubén Villegas y Lady Vinces con los que trabajé en Ata2. Y luego Paco Echeandia Cevallos, con quien en el último año he desarrollado una relación de búsqueda y confianza, de apertura y exploración que me resulta particularmente rica, a través de dos monólogos que escribió y dirigió y en la obra de Vargas Llosa que estamos ensayando. Y por último, los jóvenes, de los que tanto aprendo y me nutro: jóvenes actores, estudiantes de actuación como José Ordoñez, Ali Cabanillas, Delia Yakoy Herrera. Y los jóvenes del grupo Cercle a los que dirigí en Toc Toc, con los que desarrollé un vínculo de mutua confianza y estimulación que ha resultado ser una especie de regalo que me dio Chiclayo en mi último año aquí. Estos jóvenes son en su mayoría estudiantes de la carrera de artes escénicas de la UNPRG, que más allá de las dificultades de su implementación y funcionamiento es toda una novedad en Chiclayo. Vuelvo a releer y me vuelvo a decir: gracias, me siento pleno.
¿Qué sientes ahora que te despides de Chiclayo?
Retomo otra vez lo anterior: plenitud y agradecimiento, más que nada en este aspecto, el artístico. Y un cierto vértigo, incertidumbre por lo que se deja y por lo que quien sabe vendrá…o no. Ayer y hoy estaba dando clases y mis alumnos (aunque no me gusta esa palabra) estaban trabajando maravillosamente, lo sentía como un regalo de despedida, y en un momento sentí eso, vértigo, porque sentía que mi partida dejaba trunco un trabajo. Después tomándome un café me dije, no, Pablo, solo fue una pequeña semillita que con suerte fructificará en otros y en tantos otros procesos. Cuando un proceso se cierra otros se abren. Poniéndome algo poético también siento algo parecido al morir, una parte de mí morirá al irme de Chiclayo, esa es mi sensación, quizás porque he vivido y experimentado mucho aquí. Todo cambio es una especie de muerte y ojala, de renacimiento.
¿Cuál es tu apreciación del desenvolvimiento cultural de la ciudad de Chiclayo?
Trabajoso, a estertores, con casi nulo apoyo de las autoridades o entidades y de unos grupos a otros, pero naciente, con mucha dificultad, creciente, con adultos y jóvenes que se empeñan en hacer y hacen contra viento y marea, y con un cierto resurgimiento del deseo de hacer y expresar desde aquí y desde allá. Es decir, desde una pluralidad de impulsos, búsquedas y deseos de comunicar y manifestarse que va creciendo sobre todo en los jóvenes. Si pienso en seis años atrás cuando llegué, y ahora, veo más diversidad, más ímpetu, más necesidad de expresar. Por mi restaurante pasaron también grupos de música, muy buenos, canciones compuestas en Chiclayo mismo, el sábado antes de mi participación en el Diantre cerré los ojos como público y escuche música, poesía, comentarios sobre un poeta chiclayano que no conocía. Y la gente de a poco va asistiendo. Liberarse un poco más del yugo laboral y social para darse tiempo para hacer de las manifestaciones artísticas una forma de disfrutar el ocio supongo que hará que el apoyo del público vaya creciendo. Además la necesidad de buscar otros referentes más allá del reglado social, religioso, familiar. Lo artístico tiene o tendría que ver con búsquedas, exploraciones. Para que los artistas que las encaran se sientan apoyados y acompañados hace falta también que la población se embarque también en una necesidad de verse reflejada, puesta en duda, representada, más allá de las entidades sociales y religiosas que en Chiclayo siempre han funcionado como varas de limite y medida.
¿Qué les sugerirías a los jóvenes que desean conectarse y vincularse con el mundo teatral?
Trabajar, foguearse, entrenarse, informarse, leer, ver, buscar referentes, propios y ajenos, pasar por varias miradas y experiencias y también animarse a buscar y forjar las propias. Animarse a experimentar con materiales, texturas, textos, músicas, movimientos, temáticas. Impulsos que les funcionen como estímulos, organizarse, apoyarse, gestionarse, buscar y respetar y nutrirse de la experiencia de los que tienen más experiencia que ellos, pero también animarse a buscarse y gestionarse por sí mismos, si y solo si eso se acompaña de todo aquello que mencioné al principio: foguearse, entrenarse, trabajar y buscar. Una sociedad es tanto más rica cuanto más plurales y diversas sean sus búsquedas y manifestaciones.
Retomo otra vez lo anterior: plenitud y agradecimiento, más que nada en este aspecto, el artístico. Y un cierto vértigo, incertidumbre por lo que se deja y por lo que quien sabe vendrá…o no. Ayer y hoy estaba dando clases y mis alumnos (aunque no me gusta esa palabra) estaban trabajando maravillosamente, lo sentía como un regalo de despedida, y en un momento sentí eso, vértigo, porque sentía que mi partida dejaba trunco un trabajo. Después tomándome un café me dije, no, Pablo, solo fue una pequeña semillita que con suerte fructificará en otros y en tantos otros procesos. Cuando un proceso se cierra otros se abren. Poniéndome algo poético también siento algo parecido al morir, una parte de mí morirá al irme de Chiclayo, esa es mi sensación, quizás porque he vivido y experimentado mucho aquí. Todo cambio es una especie de muerte y ojala, de renacimiento.
¿Cuál es tu apreciación del desenvolvimiento cultural de la ciudad de Chiclayo?
Trabajoso, a estertores, con casi nulo apoyo de las autoridades o entidades y de unos grupos a otros, pero naciente, con mucha dificultad, creciente, con adultos y jóvenes que se empeñan en hacer y hacen contra viento y marea, y con un cierto resurgimiento del deseo de hacer y expresar desde aquí y desde allá. Es decir, desde una pluralidad de impulsos, búsquedas y deseos de comunicar y manifestarse que va creciendo sobre todo en los jóvenes. Si pienso en seis años atrás cuando llegué, y ahora, veo más diversidad, más ímpetu, más necesidad de expresar. Por mi restaurante pasaron también grupos de música, muy buenos, canciones compuestas en Chiclayo mismo, el sábado antes de mi participación en el Diantre cerré los ojos como público y escuche música, poesía, comentarios sobre un poeta chiclayano que no conocía. Y la gente de a poco va asistiendo. Liberarse un poco más del yugo laboral y social para darse tiempo para hacer de las manifestaciones artísticas una forma de disfrutar el ocio supongo que hará que el apoyo del público vaya creciendo. Además la necesidad de buscar otros referentes más allá del reglado social, religioso, familiar. Lo artístico tiene o tendría que ver con búsquedas, exploraciones. Para que los artistas que las encaran se sientan apoyados y acompañados hace falta también que la población se embarque también en una necesidad de verse reflejada, puesta en duda, representada, más allá de las entidades sociales y religiosas que en Chiclayo siempre han funcionado como varas de limite y medida.
¿Qué les sugerirías a los jóvenes que desean conectarse y vincularse con el mundo teatral?
Trabajar, foguearse, entrenarse, informarse, leer, ver, buscar referentes, propios y ajenos, pasar por varias miradas y experiencias y también animarse a buscar y forjar las propias. Animarse a experimentar con materiales, texturas, textos, músicas, movimientos, temáticas. Impulsos que les funcionen como estímulos, organizarse, apoyarse, gestionarse, buscar y respetar y nutrirse de la experiencia de los que tienen más experiencia que ellos, pero también animarse a buscarse y gestionarse por sí mismos, si y solo si eso se acompaña de todo aquello que mencioné al principio: foguearse, entrenarse, trabajar y buscar. Una sociedad es tanto más rica cuanto más plurales y diversas sean sus búsquedas y manifestaciones.
¿Hacia dónde se dirigen tus próximos pasos en el terreno teatral?
Ufff..., toda una pregunta. Tuve un año de una actividad bastante intensa, sobretodo desplegada en varios proyectos y roles, y por momentos vivo la partida como un signo de interrogación, una pantalla en blanco y una necesidad de descanso. Supongo, estimo o más bien intuyo que una vez que el descanso se produzca renacerá la necesidad de seguir buscando y de reprocesar todo lo vivido y explorado aquí. De hecho ya llevo dos monólogos como puntas posibles para retomar un trabajo de búsqueda allá, uno de ellos con una temática que hace tiempo quería trabajar. La de la relación padre-hijo que Paco Echeandia tuvo la virtud de desplegar a partir de la acción. Por qué terrenos intentará el actor seguir buscando en su propio país, no sé aún. Quizás en lo concreto quiera retomar con algo que al venirme aquí quedó algo trunco, trabajos de actuación para la cámara. Quizás también en algún momento me surja la curiosidad de ver qué pasa allá con materiales que trabaje acá: Insomnio, por ejemplo. Una segunda obra que escribí Apaga la luz que aquí no pasó de unas sesiones de lectura quizás probaría allá también. Qué pasará con el canto también me pregunto, el canto desde el actor claro está, quizás me gustaría seguir explorando eso allá. Y seguro que en algún momento, energías repuestas, volveré a circular para trabajar para otros, siempre es grato y liberador que otros elijan un personaje y un proyecto para uno. Y por último, y esto ya se está conformando como deseo, me gustaría un ida y vuelta, es decir, llevar cosas de aquí para allá, viceversa, y volver acá a actuar y dirigir.
¿En tu paso por Chiclayo has podido conocer a los grupos teatrales? ¿Qué les sugerirías?
Que se escuchen, se apoyen, se critiquen constructivamente, que no quieran volverse los únicos referentes. Que dejen espacio para los otros, que exijan dedicación, compromiso y trabajo, pero que respeten el trabajo de los otros, que no teman, que se animen a abrir y buscar nuevos universos expresivos, que generen y produzcan más y más. La población los necesita. Chiclayo los necesita.
Algo que desees agregar
Hace varios años, me hiciste una entrevista para un periódico de aquí, y hablé de percibirse como un libro con hojas en blanco, en constante proceso de escritura y reescritura. Mi experiencia peruana me ha fortalecido en eso, me ha dado lenguajes y aperturas, y me ha hecho más luchador, y defensor de algo que siento es casi mi mejor bien, mi vocación. Más allá de donde o hasta donde me haya llevado, o hasta dónde no, seguirla, fomentarla, explorarla y obedecerla es creo mi mejor motor de vida y la experiencia peruana la ha fortalecido en vez de debilitarla. Por eso me voy pleno y agradecido. No hay un Pablo Tur artista sin Chiclayo.
Ufff..., toda una pregunta. Tuve un año de una actividad bastante intensa, sobretodo desplegada en varios proyectos y roles, y por momentos vivo la partida como un signo de interrogación, una pantalla en blanco y una necesidad de descanso. Supongo, estimo o más bien intuyo que una vez que el descanso se produzca renacerá la necesidad de seguir buscando y de reprocesar todo lo vivido y explorado aquí. De hecho ya llevo dos monólogos como puntas posibles para retomar un trabajo de búsqueda allá, uno de ellos con una temática que hace tiempo quería trabajar. La de la relación padre-hijo que Paco Echeandia tuvo la virtud de desplegar a partir de la acción. Por qué terrenos intentará el actor seguir buscando en su propio país, no sé aún. Quizás en lo concreto quiera retomar con algo que al venirme aquí quedó algo trunco, trabajos de actuación para la cámara. Quizás también en algún momento me surja la curiosidad de ver qué pasa allá con materiales que trabaje acá: Insomnio, por ejemplo. Una segunda obra que escribí Apaga la luz que aquí no pasó de unas sesiones de lectura quizás probaría allá también. Qué pasará con el canto también me pregunto, el canto desde el actor claro está, quizás me gustaría seguir explorando eso allá. Y seguro que en algún momento, energías repuestas, volveré a circular para trabajar para otros, siempre es grato y liberador que otros elijan un personaje y un proyecto para uno. Y por último, y esto ya se está conformando como deseo, me gustaría un ida y vuelta, es decir, llevar cosas de aquí para allá, viceversa, y volver acá a actuar y dirigir.
¿En tu paso por Chiclayo has podido conocer a los grupos teatrales? ¿Qué les sugerirías?
Que se escuchen, se apoyen, se critiquen constructivamente, que no quieran volverse los únicos referentes. Que dejen espacio para los otros, que exijan dedicación, compromiso y trabajo, pero que respeten el trabajo de los otros, que no teman, que se animen a abrir y buscar nuevos universos expresivos, que generen y produzcan más y más. La población los necesita. Chiclayo los necesita.
Algo que desees agregar
Hace varios años, me hiciste una entrevista para un periódico de aquí, y hablé de percibirse como un libro con hojas en blanco, en constante proceso de escritura y reescritura. Mi experiencia peruana me ha fortalecido en eso, me ha dado lenguajes y aperturas, y me ha hecho más luchador, y defensor de algo que siento es casi mi mejor bien, mi vocación. Más allá de donde o hasta donde me haya llevado, o hasta dónde no, seguirla, fomentarla, explorarla y obedecerla es creo mi mejor motor de vida y la experiencia peruana la ha fortalecido en vez de debilitarla. Por eso me voy pleno y agradecido. No hay un Pablo Tur artista sin Chiclayo.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional