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Dylan Thomas, ebrio de música metafísica
Por: Ernesto Facho Rojas
Ese abismo que se abre entre la poesía y el lector común tiene sus causas en una —a veces—, equivocada forma de abordar los poemas, intentar llevarse un mensaje concreto o subrayar la idea central de lo leído, ya sea por una imposición académica muy arraigada o una tendencia occidental, cuyo requisito es obtener un resultado, alcanzar una meta, muy al contrario de la cultura oriental, donde se trata de disfrutar y aprovechar el proceso: no llegar al fin, sino, disfrutar del camino. Y la poesía es eso, precisamente. No es posible definir hacia dónde, pero es un transitar misterioso y revelador; allí la otredad se manifiesta a través de un proceso mediúmnico, un pedazo de cosmos nos muestra su gesto milenario e intenta religarse con nuestro espíritu. El ser busca integrarse con su naturaleza original a través de la palabra. Esto es la poesía.
Hacia 1939 Europa comienza a sentir el horror de la Segunda Guerra Mundial. Los artistas de Inglaterra buscaban respuestas dentro de ellos mismos; dicho país iba asumiendo más lentamente los cambios en cultura y literatura de su tiempo a razón de su conservadorismo e insularidad. Es así que surge un grupo de intelectuales denominado Los poetas de los thirties o la wargeneration quienes, apoyados ideológicamente en Marx, trataban asuntos relacionados con la situación social y la problemática de su nación: la crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones sociales, etc. En ese contexto, se hacía necesaria una alternativa que apostara ya no por lo inmediato y crítico, sino por una consciencia universal que abordara al hombre de una manera más amplia y mística, en cuanto a su complejidad como criatura en su dualidad y conflictos existenciales. Por eso Dylan Thomas entró con ese desvarío que suena a demencia, golpes de frases desarticuladas, un surrealismo procesado al mismo estilo de quienes fueron sus más grandes influencias literarias: James Joyce y Manley Hopkins. Y en otros aspectos: Shakespeare, John Donne, Blake y DH Lawrence.
Ese abismo que se abre entre la poesía y el lector común tiene sus causas en una —a veces—, equivocada forma de abordar los poemas, intentar llevarse un mensaje concreto o subrayar la idea central de lo leído, ya sea por una imposición académica muy arraigada o una tendencia occidental, cuyo requisito es obtener un resultado, alcanzar una meta, muy al contrario de la cultura oriental, donde se trata de disfrutar y aprovechar el proceso: no llegar al fin, sino, disfrutar del camino. Y la poesía es eso, precisamente. No es posible definir hacia dónde, pero es un transitar misterioso y revelador; allí la otredad se manifiesta a través de un proceso mediúmnico, un pedazo de cosmos nos muestra su gesto milenario e intenta religarse con nuestro espíritu. El ser busca integrarse con su naturaleza original a través de la palabra. Esto es la poesía.
Hacia 1939 Europa comienza a sentir el horror de la Segunda Guerra Mundial. Los artistas de Inglaterra buscaban respuestas dentro de ellos mismos; dicho país iba asumiendo más lentamente los cambios en cultura y literatura de su tiempo a razón de su conservadorismo e insularidad. Es así que surge un grupo de intelectuales denominado Los poetas de los thirties o la wargeneration quienes, apoyados ideológicamente en Marx, trataban asuntos relacionados con la situación social y la problemática de su nación: la crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones sociales, etc. En ese contexto, se hacía necesaria una alternativa que apostara ya no por lo inmediato y crítico, sino por una consciencia universal que abordara al hombre de una manera más amplia y mística, en cuanto a su complejidad como criatura en su dualidad y conflictos existenciales. Por eso Dylan Thomas entró con ese desvarío que suena a demencia, golpes de frases desarticuladas, un surrealismo procesado al mismo estilo de quienes fueron sus más grandes influencias literarias: James Joyce y Manley Hopkins. Y en otros aspectos: Shakespeare, John Donne, Blake y DH Lawrence.
De su poesía, Mac Niece sostuvo que era salvaje, como el discurso rítmico de un ebrio; Porteous la llamó una peregrinación sin guía hacia el hospicio; Spencer alegó que era un material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Hay quienes afirman que al traducir a un autor a otra lengua se sacrifican muchos giros propios del idioma original y agregan, además, que aquello que se pierde es el néctar del género lírico. Ahora bien, Dylan Thomas no escribió en español y toda la obra que pudiéramos tener a disposición no será precisamente Dylan Thomas; será el poeta procesado, explicado y reintegrado en otro cuerpo lingüístico que no es el suyo. Con esa barrera aun, después de algunas lecturas, Dylan Thomas me ha parecido genial. Tal vez ya no por esa música y el ritmo diabólico que se le atribuyen a sus versos en inglés, pero sí por la profundidad maquinada, por sus impulsos retocados de poeta maldito y la extravagancia y osadía para inventar nuevos símbolos. Es preciso mencionar como ejemplo al "gusano". Mientras otros verían en esta figura una idea de fin y putrefacción, Dylan vio allí la continuidad del hombre en la materia, después de volver a fundirse con la tierra. Así se muestra en contra de las creencias católicas, donde otorgan otro tipo de existencia a los fallecidos. Sin embargo, también tuvo influencias de la tradición celta, bíblica o bien tomó símbolos sexuales. Justamente todas estas figuras o la abundancia de las mismas, es lo que vuelve compleja a la poesía thomasiana.
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo
ya no encerraron el largo gusano de mi dedo
ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,
la boca del tiempo sorbió como una esponja
el ácido lechoso en cada gozne
y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.
Y es que para él la prioridad era el sonido, el contacto entre las palabras y los efectos que pudiera tener en el lector. Por esos caminos, intentó explicar contradictoriamente la esencia humana y la división del hombre y el ser, planteando una dualidad platónica entre un mundo que es y otro que no es. En su manifiesto literario testifica:la poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo.
Con la publicación de su primer libro: Eighteen Poems (1934) ganó el concurso organizado por The Sunday Referee. Antes, alentado por su padre, un escritor frustrado, ya había trabajado en otros diarios donde salieron a la luz dos características suyas: el carácter problemático, pues se dedicó a escribir en contra de las tablas galesas de aquel entonces y, a través de sus obituarios poéticos, su temperamento de poeta.
También se le calificó de maldito por su vida bohemia y desordenada, la que lo arrastró a una existencia sin rumbo, donde el alcohol solía ser pésima compañía. Se caracterizó por andar gran parte de su tiempo en el bar del Antelope Hotel o en la cantina del Mermaid Hotel, tener un vozarrón que cautivaba a cientos de asistentes enlecturas de poesía (es considerado el mejor recitador de todos los tiempos) y pegarse al receptor cuando hablaba para la BBC. Este multifacético artista realizó alrededor de 200 grabaciones para la British Broadcasting Corporation. Y no sólo se dedicó al “oficio u hosco arte” de los versos, —aunque era en lo que más destaca y expresaba todo su torrente ígneo—, también incursionó en el cuento corto, el guión teatral y el guión para radio y cine.
En 1936 contrae matrimonio con Caitlin Mac Namara y publica su segundo título Twenty five poems con lo que logra consolidarse como el bardo que canta a la belleza natural y se procura un círculo de lectores y amistades literarias, afincado en la capital inglesa.
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo
ya no encerraron el largo gusano de mi dedo
ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,
la boca del tiempo sorbió como una esponja
el ácido lechoso en cada gozne
y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.
Y es que para él la prioridad era el sonido, el contacto entre las palabras y los efectos que pudiera tener en el lector. Por esos caminos, intentó explicar contradictoriamente la esencia humana y la división del hombre y el ser, planteando una dualidad platónica entre un mundo que es y otro que no es. En su manifiesto literario testifica:la poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo.
Con la publicación de su primer libro: Eighteen Poems (1934) ganó el concurso organizado por The Sunday Referee. Antes, alentado por su padre, un escritor frustrado, ya había trabajado en otros diarios donde salieron a la luz dos características suyas: el carácter problemático, pues se dedicó a escribir en contra de las tablas galesas de aquel entonces y, a través de sus obituarios poéticos, su temperamento de poeta.
También se le calificó de maldito por su vida bohemia y desordenada, la que lo arrastró a una existencia sin rumbo, donde el alcohol solía ser pésima compañía. Se caracterizó por andar gran parte de su tiempo en el bar del Antelope Hotel o en la cantina del Mermaid Hotel, tener un vozarrón que cautivaba a cientos de asistentes enlecturas de poesía (es considerado el mejor recitador de todos los tiempos) y pegarse al receptor cuando hablaba para la BBC. Este multifacético artista realizó alrededor de 200 grabaciones para la British Broadcasting Corporation. Y no sólo se dedicó al “oficio u hosco arte” de los versos, —aunque era en lo que más destaca y expresaba todo su torrente ígneo—, también incursionó en el cuento corto, el guión teatral y el guión para radio y cine.
En 1936 contrae matrimonio con Caitlin Mac Namara y publica su segundo título Twenty five poems con lo que logra consolidarse como el bardo que canta a la belleza natural y se procura un círculo de lectores y amistades literarias, afincado en la capital inglesa.
Pero su situación económica no era óptima. Esto lo deprimía más y lo empujaba a seguir bebiendo, dentro de su pobreza. Tal vez por ello ese aislamiento, el no compartir los mismos ideales y temas con los poetas contemporáneos, cuyo arte oscilaba entre lo social y los apuntes freudianos. Decía de los surrealistas que su más grande error fue dejar el flujo verbal tal cual se manifestaba en la hoja de papel, que esto debía luego someterse a un proceso de corrección y allí verdaderamente se llegaría al producto poético anhelado.
Gustaba mucho del lenguaje lúdico, de emparentar los contrarios, de los caligramas (el poema Quién eres tú tiene forma de rombo y Plegaria va armando con sus versos un Santo Grial).En su singular simbología “útero” (womb) y “tumba” (tomb) significan lo mismo. En repetidas veces alude a la existencia del hombre antes de la carne, la consciencia del ser humano más allá de la que pudieran ofrecerle los sentidos. En Before I knocked (Antes de que llamara) incide en el pleno conocimiento y sufrimiento del mundo, alojado en las paredes del vientre de su madre:
.
Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Dylan Thomas nació el 27 de octubre de 1914, y vio la luz de Gales para reverdecer la poesía, inyectarle dosis de oscuridad, dejar intrigados a sus detractores quienes le restaban méritos a razón de no ser un autor de fácil comprensión. Pero esto no mata a la poesía. El abismo no existe, porque hay mensajes que no llegan directamente a nuestro entendimiento, sino que van más allá de los conceptos concretos y llegan a otros espacios a través de sensaciones originadas en el ritmo y la armonía de las palabras. He allí una alternativa para rescatar a Thomas de la indiferencia que no padece, porque es uno de los más ilustres aedos del Reino Unido.
Entre sus últimas anécdotas cuentan que, antes de fallecer de una inflamación en el cerebro causada por carencia de oxígeno, a los 39 años, pronunció sus últimas palabras: “He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord”.
¡Salud por Dylan Thomas!
Y que el whisky de sus versos nos siga embriagando de imágenes, y que su música sepa arraigarse en nuestro tiempo.
*Dylan Thomas, ebrio de música metafísica por Ernesto Facho fue publicado en Agenda CIX el 29 de mayo de 2016.
Gustaba mucho del lenguaje lúdico, de emparentar los contrarios, de los caligramas (el poema Quién eres tú tiene forma de rombo y Plegaria va armando con sus versos un Santo Grial).En su singular simbología “útero” (womb) y “tumba” (tomb) significan lo mismo. En repetidas veces alude a la existencia del hombre antes de la carne, la consciencia del ser humano más allá de la que pudieran ofrecerle los sentidos. En Before I knocked (Antes de que llamara) incide en el pleno conocimiento y sufrimiento del mundo, alojado en las paredes del vientre de su madre:
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Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.
Dylan Thomas nació el 27 de octubre de 1914, y vio la luz de Gales para reverdecer la poesía, inyectarle dosis de oscuridad, dejar intrigados a sus detractores quienes le restaban méritos a razón de no ser un autor de fácil comprensión. Pero esto no mata a la poesía. El abismo no existe, porque hay mensajes que no llegan directamente a nuestro entendimiento, sino que van más allá de los conceptos concretos y llegan a otros espacios a través de sensaciones originadas en el ritmo y la armonía de las palabras. He allí una alternativa para rescatar a Thomas de la indiferencia que no padece, porque es uno de los más ilustres aedos del Reino Unido.
Entre sus últimas anécdotas cuentan que, antes de fallecer de una inflamación en el cerebro causada por carencia de oxígeno, a los 39 años, pronunció sus últimas palabras: “He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord”.
¡Salud por Dylan Thomas!
Y que el whisky de sus versos nos siga embriagando de imágenes, y que su música sepa arraigarse en nuestro tiempo.
*Dylan Thomas, ebrio de música metafísica por Ernesto Facho fue publicado en Agenda CIX el 29 de mayo de 2016.